Harby Andrés Trujillo Vargas
Antropólogo de la Universidad Externado de Colombia – Bogotá
No es la primera vez que lo desconocido y lo incomprensible al manifestarse nos desafía como especie, personas, familias, ciudadanos y conocidos obligándonos a responder con el gesto de tener que cambiarlo todo: Nuestro modo de vida, nuestras maneras de subsistir y habitar han sido profundamente determinadas por la realidad que atraviesa y que implica el COVID 19.
Parece ser que, desde nuestra consciencia y práctica, deberemos constituir maneras más solidarias o empáticas de convivir o seremos constreñidos por las circunstancias del sistema. Deberemos darles valores concretos a los imponderables de la solidaridad desde nuestras cavernas, en esta aldea global que acaba de tambalearse al soñar una globalización capitalista que crecería ad infinitum. Ahora, nosotros, los pueblos desde la diferencia tratamos de mantener en la consciencia: el vínculo de compartir lo que implica la universalidad de los derechos humanos, para poder protegernos colectivamente desde nuestros hogares.
Si conversamos en torno a nuestra situación, pareciera que realmente estamos entrando a la manifestación de cómo los tiempos sociales se transforman (intentando converger y fragmentar) el sentido de lo universal. Y que debemos orientar este difuso presente hacia horizontes compartidos en el Antropoceno que durante el año 2020 demostrará que la biopolítica y el mundo compartido están implicados en la sostenibilidad de la vida; se nos ha mostrado la fragilidad biológica que mantiene al mundo andando.
Seguramente porque el Sistema- Mundo de Wallerstein (que como él mismo críticamente percató su condición histórica) muy moderno, muy burocrático y tecnócrata, muy neoliberal
y demasiado capitalista comienza a establecer en sus contradicciones la pregunta sobre la vida, los derechos, la información y el conocimiento. Lo que traducen económicamente en la coyuntura como un tiempo de recesión, es decir, en el que la actividad humana en abstracto deja de producir valor. Es aquí donde quisiera plantear la inquietud que me suscita a detenerme en los tiempos de reflexión:
¿Cómo mantener el valor de y en las poblaciones, y en los pueblos? ¿Cómo construir la visión conjunta de un mundo posible y no sucumbir a un escenario de conflictos locales interminables?
Esto debido a la evidente erosión sistemática de los Derechos Humanos y cómo su condición se vuelve etérea, quedando de ella sólo la Digitalidad como Realidad. Por lo tanto, no nos hemos cuestionado seriamente cómo dirigir los rumbos como pueblos o como individuos hacia las Alternativas Sociales. Porque es precisamente en momentos donde la fragilidad impregna nuestro sistema que se nos obliga reposicionar, tal como dice Bruno Latour la Constitución de un mundo Planetario, compartido entre todos nosotros a partir del reconocimiento de la terrenalidad:
Nuestra alternativa será saber ¿Cómo volver a la Tierra? ¿Cómo aterrizar?
En mi primer artículo aquí en Politeknik quise escribir sobre la esperanza y la necesidad de construir utopías o mundos posibles. Ahora, ¿En dónde nos encontramos? Es evidente que el escenario lo constituyen los superpoderes de la desesperanza, aquella acumulación de intereses privados y de intenciones de segregación sistemática que ocurren en los juegos fértiles de los políticos que aprovechan el contexto del miedo, de la enfermedad y de la inequidad.
¿Qué será de la humanidad una vez pasada la calamidad? ¿Podremos darnos cuenta de que: sin un ambiente sostenible para todos no tiene ningún sentido que haya actividad económica alguna?
Es difícil simplemente imaginar la desigualdad que puede leerse dentro de las variables amplias, por quien tiene acceso internet y quién no. ¿Cómo se afronta a lo desconocido quien no tiene el acceso y los instrumentos para salvaguardarse en los procesos de la enfermedad? ¿Qué será de las clases medias de las metrópolis suspendidas en el aire? Sin conexión con ningún tipo de territorio, encapsuladas, encerradas en la caverna esperando que salga el sol de Platón y dejar de ver las sombras. Y a manera de síntesis en la incertidumbre, la pregunta debería ser:
¿Dónde irá la educación, el acto de cultivarnos a nosotros mismos?
Debemos buscar tierra, terrenos para las ideas fértiles, para la comunicación conjunta, conectar con el otro y allí hallar el sentido de los seres humanos constituyendo el sentipensamiento de la Humanidad. Por lo que la globalización parece será el lugar para emerger, desde las relaciones internacionales como una madeja que tratamos de tejer en la discusión por la educación como es el ejercicio que se realiza en Politeknik. Al aportar en la educación, la biopolítica de lo moderno nos llevaría a interrogarnos y a suponer que la educación virtual, la digitalidad de la educación es el camino más apropiado para la educación en sí misma, pero eso implica una contradicción a la terrenalidad.
Enseñarse en la vida, en la vitalidad y que la digitalidad no debe llevarnos a suponer que el saber se encierra el entender el pensamiento como algo que ocurre en el cerebro. Seguramente es la medida de bioseguridad más apropiada como medio en el momento de recuperar lo íntimo en el recogimiento. Pero en un mundo de desigualdades e inequidades, de personas con pasiones y divagaciones profundas ¿Qué hacer cuando la educación no puede ir y el carácter global de su derecho humano queda en cuestionamiento? Es preciso entonces en la incertidumbre de la transición dar paso al intercambio de los Horizontes del destino: ¿Cómo deberá ser el mundo Pos-Pandemia?.
Lo que nuevamente nos lleva a la necesidad de pensar el mundo con alternativas sociales y no que colapse en sí mismo como una prisión kafkiana que nos engulle en su propia garganta como el tiempo, por los falsos compromisos y los pactos no cumplidos. Quizás este es un tiempo del que podremos escapar en la transformación del lugar simbólico y cultural que tiene la educación entre nosotros para poder constituir las alternativas sociales y ambientales en un mundo Pos-Pandemia. Cuando Enrique Javier Diaz Gutiérrez escribió Globalización y educación crítica (2009) plantea, a su manera, una utopía que parecería ilusoria ante un tiempo que no ha pasado, por lo que actualmente se presenta como una cotidianidad. Pues al enfrentarnos a la crítica del sistema:
¿Cómo salvarnos de la voracidad del detenimiento de los engranajes de un sistema que se estaba llevando a sí mismo al colapso de la entropía constante?
En esta propuesta las alternativas sociales y medioambientales deben entretejerse y permitirnos construir alternativas en relaciones internacionales para que el mundo Pos-Pandemia pueda establecer un conjunto de ideas para salir de la caverna moral. Que no se pierda el valor de tratar de generar coberturas universales para que la individualidad no sea desprotegida, uniéndonos a través de la noción de ciudadanía. Generando un refuerzo a la identidad de lo que terminamos siendo todos como especie. Y que precisamente allí es donde la educación construye sentido de humanidad.
Las alternativas Sociales serían: Globalización de los Derechos Humanos a través de:
– La renta básica ciudadana.
– La recuperación del espacio social (Recuperar las Calles, Ocupar los espacios sociales, Recuperar el conocimiento libre).
Las alternativas medioambientales serían:
– La reconversión ecológica y económica planetaria del futuro hacia la soberanía alimentaria.
– El consumo responsable y los eco-impuestos.
El Horizonte posible nos construye una perspectiva más cercana a Zizek (2020). A la construcción de un golpe al capitalismo y el establecimiento de una solidaridad global que debería constituirse en lo que se vería también como la necesidad de un Parlamento Mundial, la abolición de la deuda internacional, Salud Global y la Ciudadanía Universal.
Finalmente, si hiciéramos una perspectiva del futuro más allá de los tiempos de crisis. Lo importante es poder entender la necesidad de reorganizar el sistema, ya que esperar o tener esperanzas en la normalidad que va a poder volver no tiene sentido, porque son precisamente las contradicciones entre los intereses económicos y la vida lo que hará necesario dar un aprovechamiento de las relaciones internacionales y sobre todo de la posibilidad de aquellos que se pueden construir en la digitalidad. Serán ellos los que podrán construir las nuevas maneras de aterrizar en tierra, ante el nuevo panorama ecológico que deberemos volver a habitar el mundo.
Es aquí y ahora donde la educación tendrá la pregunta más desafi ante porque tendrá la necesidad de recordar los derechos que se están erosionando y manipulando por medio de las fake news, Recordarles a los ciudadanos que los gobiernos no deben apropiarse de los instrumentos del estado, sino recordarnos por qué todos estamos juntos y podemos tener un destino común.
Referencias:
• Utopología desde nuestra américa (2012) Ed. María del Rayo Ramírez F. Ediciones desde abajo.
• Globalización y Educación Crítica (2009) Enrique Javier Díez Gutiérrez. Ediciones desde abajo.
• Termodinámica y complejidad. Una introducción para las ciencias sociales y humanas. (2011). Carlos Eduardo Maldonado. Ediciones desde abajo.
• Bruno Latour (2001) La esperanza de pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia.
• Immanuel Wallerstein (2004) Análisis de sistemas- mundo: una introducción.
• Slavoj Zizek (2020): Pandemia. El Covid 19 Estremece al mundo.
• Fernand Braudel (1958) Historie et Sciencies sociales: La longue durée.
• Sylvain Bourmeau (Productor) (21 – 12 – 2019). Une histoire profunde de l’anthropocéne. (Audio en podcast).
• Marc Augé (1992) Los No-Lugares: Una antropología de la sobremodernidad.
• David Harvey (2006) Notas hacia una teoría del DESARROLLO GEOGRÁFICO DESIGUAL*
• Bruno Latour (2019): Dónde aterrizar. Cómo orientarse
en política (Taurus; traducción de Pablo Cuartas.
• El Pais (2019) Bruno Latour: “El sentimiento de perder el mundo, ahora, es colectivo” https://elpais.com/elpais/2019/03/29/ideas/1553888812_652680.html