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El profesorado en tiempos reaccionarios por Xavier Diez

El profesorado en tiempos reaccionarios

por Xavier Diez

 

 

 

Una de las cuestiones que más ha definido en las últimas décadas la escuela pública, tanto a nivel nacional como europeo, ha sido el mayoritario progresismo de la profesión docente. En cuanto a nuestra casa, con una historia marcada por una concepción emancipadora de la educación y la cultura, asociada a las corrientes de renovación pedagógica y regeneracionismo político, la idea de que educación y progreso iban de bracete ha estado asociada a movimientos como el republicanismo, el socialismo o el anarquismo. Y esto ha sido así porque la escuela tradicionalmente ha ejercido de institución igualadora, que permite el acceso del conocimiento, la ciencia y la cultura a las clases trabajadoras y los grupos más débiles, a menudo en oposición a un reaccionarismo que se había caracterizado por la estabilidad del antiguo régimen.

Esta tendencia se reforzó especialmente a partir de la ruptura histórica que implicó en mayo de 1968, y en el caso catalán, el fin del franquismo. Buena parte del profesorado, que se organizó fácilmente en las asambleas que darían lugar, a finales de la década de 1970 a sindicatos como USTEC· STEs, se sumó a esta dinámica de tendencia asamblearia, profundamente democrática, planteamientos igualitaristas y con concepciones profundas de progreso y compromiso social.

En los últimos años, por el contrario, se está registrando un movimiento de fondo en el contexto político y social en la dirección contraria. Los signos de reaccionarización son cada vez mayores. Y, a pesar de la tendencia progresista del profesorado, este espacio no es ajeno. Es cierto que en las últimas décadas las políticas neoliberales, al igual que sucede de manera general con los servicios públicos, han iniciado una deliberada política de erosión y destrucción de la escuela pública. Que, a nivel europeo, se ha producido una involución en aspectos curriculares, metodológicos, organizativos, y sobre todo, un endémico déficit de recursos humanos y materiales que han degradado la institución, ha dañado su papel de igualador social y ha permitido un creciente cuestionamiento de sus formas y funciones. Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, se podía resistir estos tiempos adversos a partir de la implicación personal y política del colectivo docente.

sin embargo, empiezan a detectarse indicios de que las cosas están cambiando. Del mismo modo que asistimos a una creciente reaccionarización social, especialmente entre las generaciones más jóvenes, constatable en el comportamiento electoral, estudios demoscópicos y en actitudes políticas y sociales, es posible que también asistimos a unos cambios de fondo entre los docentes.

El caso francés es uno de los más estudiados. Un estudio de la Fundación Jean Jaurès fue uno de los primeros que lo detectaron. A partir de encuestas electorales, se constató que el voto electoral de los maestros y profesores franceses pasó del 2-3%% de apoyo a los partidos de ultraderecha (en su momento, el Frente Nacional de la familia Lepen) al 7-8% en las presidenciales francesas. Y eso ha llegado hasta el 17- 18% en las últimas elecciones anticipadas legislativas de junio de 2028 (aunque encuestas anteriores llegaban a proyecciones del 20%).

François Jarraud, periodista especializado en términos educativos, analizaba estas cifras en Le Club de Médiapart.[1] Considera que, fundamentalmente, el profesorado continúa mayoritariamente próximo a las izquierdas, aunque en los últimos años se ha registrado una evolución preocupante. Así, delimita el voto, según los sondeos previos, y si bien continúa predominando la izquierda y el centro izquierda (16 % de voto hacia la France Insoumise y el Partido Comunista; 8% para los ecologistas y 27% para los socialistas), las opciones de centro derecha son considerables (17% para el partido de Macron y 9% de los gaullistas Les Républicans),  la ultraderecha, irrelevante hace década y media, empieza a coger fuerza (17-18% entre el partido Reagrupament de Marine Lepen y Reconquête d’Éric Zemmour). El propio Jarraud establece una comparación con el resto de la función pública (29% opta por la extrema derecha; 39% por la izquierda), y encuentra que el profesorado sigue teniendo un comportamiento aún progresista, aunque algunos indicios apuntan a que las cosas pueden variar en una dirección que hace solo una década parecía insospechada. Es evidente que en todo este movimiento de fondo, como explica este periodista, tiene que ver con las consecuencias políticas neoliberales y privatizadoras de Emmanuel Macron, que a menudo se han asociado con un envoltorio estético progresista.

El sociólogo Luc Rouban, con estos datos, propone una interpretación de cómo se está produciendo este movimiento telúrico de una parte creciente de los docentes franceses hacia comportamientos electorales más que conservadores. Según este director de investigación de la prestigiosa Sciences Poliques de París, han influido poderosamente el endémico déficit de recursos humanos y materiales, el asesinato de Samuel Paty a manos de islamistas (que ha propiciado una sensación generalizada de desprotección profesional ante la creciente radicalización religiosa), las crecientes agresiones contra los docentes, el cuestionamiento de la laicidad (es cada vez más habitual la autocensura que implica,  por ejemplo, no explicar la teoría de la evolución o el big bang cuestionada por un islamismo deshinibidamente creacionista), una pérdida creciente de autoridad, tanto científica como pedagógica o disciplinaria, la sensación de abandono, el desprecio por la profesión y la sensación de desclase a partir de la degradación del poder adquisitu y la pérdida de control sobre el currículo,  la metodología o la gestión del aula.

Rouban también incluye un aspecto que nos debería hacer reflexionar. Francia, un ejemplo de función pública docente, ha visto como el porcentaje de interinidad se había ido expandiendo en los últimos años, y eso había implicado reclutar docentes con menores requisitos académicos, con salarios más bajos y creciente precariedad laboral que se traducía en un proceso de proletarización que encaja a la perfección con el perfil de votantes de Lepen, mayoritario entre el sector obrero, y entre los más jóvenes. De hecho, sugiere que esta reaccionarización se concentra precisamente entre los docentes más jóvenes y más precarios. También destaca que, en las últimas elecciones legislativas (junio 2024) el candidato lepenista, Jordan Bardella, incluyó en su programa algunos puntos que habrían atraído a buena parte de la profesión: incrementos salariales, restablecimiento de la disciplina en el aula, reducción de burocracia y acabar con el collège unique (una especie de ESO de los 11 a los 14 años,  con currículum unificado) y sustituirlo por un adelanto de los estudios profesionales para los alumnos con peores resultados educativos, al estilo de los países germánicos.[2]

En cuanto a Estados Unidos, según un estudio demoscópico de EducationWeek Research Center –una publicación especializada en temas educativos–, y con respecto a los sondeos de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024, Trump representaba las preferencias de voto del 39% del profesorado no universitario, respecto al 50% que afirmaban querer apostar por la candidata Kamala Harris. Estas cifras sorprendieron bastante en un sector tradicionalmente demócrata. En el mismo estudio se pueden intuir algunos de los factores que explicarían este cambio de paradigma: la incomodidad que suscita entre se vislumbra un creciente clima de censura en las aulas fruto de la descontrolada polarización política del país, aunque también desde una agresiva cultura de la cancelación. El apoyo a Donald Trump, según esta investigación, es aún más amplio entre los maestros más jóvenes (representa la preferencia del 49% entre los menores de cuarenta años, respecto al 35% de intención de voto de Harris). Por el contrario, los resultados entre los docentes boomers eran inversos (60% por Harris; 31% por Trump).[3] Otro dato que también explica muchas cosas es que, con respecto al profesorado universitario, el sondeo es completamente diferente. Allí, en las facultades universitarias, las preferencias por Harris llegaban al 71%. Esto explicaría en buena parte la hostilidad de la administración actual de la Casa Blanca contra el mundo académico, que es allí donde predominan los elementos culturales (cuestiones de género, raza y las políticas institucionales que se denomina DEI –Diversity, Equality, Inclusion–), y que, en torno a personajes como Cristopher Rufo, implica una política de desmantelamiento.

Y, ¿qué pasa en Cataluña? No hemos sabido encontrar ningún estudio de carácter demoscópico que haya analizado el comportamiento político y electoral de la profesión. El sindicato USTEC· STEs publicó un estudio en 2015 sobre los hábitos de comunicación de los docentes catalanes y en algunas preguntas sobre los medios que consultaban aquellos que podrían ser considerados como próximos a los postulados de la extrema derecha resultaban anecdóticos: el ABC era consultado por un 1,1%, La Razón, un 0,8% y El Mundo, un 2,4%. Por el contrario, la inmensa mayoría se informaban de manera mayoritaria por medios de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales y medios, escritos y audivisuales, mayoritariamente en catalán.[4] Más que probablemente, las cosas deben haber cambiado, igual de lo que se percibe en todo el mundo occidental. De hecho, en el estudio sobre la profesión docente que este sindicato presentó en octubre de 2024 sobre el Estado de la Profesión Docente[5], aparecen buena parte de las preocupaciones que señalaba Luc Rouban para el caso francés: la proletarización, la pérdida de independencia profesional, la endémica falta de recursos, todo ello por una expansión de reiterados cambios legales con una irrefrenable tendencia al deterioro del sistema educativo,  junto con un incremento desmesurado y desmoralizador de la burocracia, fruto tanto de la Nueva Gestión Pública como de la creciente fiscalización del trabajo docente. Y, sobre todo, también preocupa el incremento de agresiones a docentes.

En este estudio, por otra parte, las respuestas abiertas muestran algunos indicios de que esta decepción y malestar, aparte de predisponer que una parte sustancial de la profesión (un 36%) se plantee el abandono de la profesión, que se van acometer estos ingredientes de resentimiento y aplastamiento que son los que alimentan la creciente ola reaccionaria, así como una profunda decepción de las políticas educativas cuando partidos y entornos de izquierda o centro-izquierda han dispuesto de capacidad de decisión institucional. La inclusión sin recursos, sin ir más lejos, lleva a que una fracción importante de docentes empiecen a cuestionar su conveniencia. Por otro lado, en las elecciones sindicales de 2023, una de las fuerzas sindicales que más creció, ASPEPC· SPS, lleva en su ideología y programa propuestas como el cuestionamiento, no sólo de la inclusión, sino también de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, en la que alumnado de diversas capacidades y motivaciones, comparten aula de los 12 a los 16 años, con retos que van más allá de las capacidades de los profesionales, especialmente en las condiciones actuales. La ineptitud de la administración para hacer frente a antiguos problemas y los nuevos, aparte de llevar un discurso que, sin recurso, no tiene credibilidad; que ha comportado también la participación entusiasta en la degradación de las condiciones laborales y profesionales de los docentes, también parece haberles asegurado un descrédito, cuanto más va más amplio, entre la comunidad educativa.

Es evidente que los fracasos de la izquierda y el centro-izquierda (que podrían simbolizar las calamitosas políticas educativas representadas por el macronismo en Francia, o como personajes como el consejero Cambray en Cataluña, obsesionado en hacer populismo pedagógico con retórica progresista y práctica neoliberal, se han dedicado a inhabilitar la imagen de la izquierda.

El reaccionarismo creciente, tanto desde un punto de vista político como educativo se fundamenta en tácticas oportunistas, y visiones estratégicas. A pesar del deterioro de la profesión docente, buena parte de maestros y profesores continúan disfrutando de una prestigiosa imagen pública, fundamentada a la vez por la participación en la política de base –muy especialmente en el ámbito local–, aunque también en los espacios culturales, de los medios y de la creación de opinión. Los docentes disponen de amplias habilidades derivadas del oficio: capacidad de comunicación, conocimiento de la naturaleza humana, trato con la gente, amplia sociabilidad, dominio de mecanismos institucionales, capacidad de organización… que, hasta ahora, había estado al servicio de la democracia y el bienestar colectivo. En un momento en el que el colectivo se va proletarizando (como se puede percibir claramente en la terrible pérdida de poder adquisitivo y de desclasamiento) y que, especialmente entre los más jóvenes, lo acerca al votante habitual de la extrema derecha europea, no es necesario disponer de una gran imaginación de que las fuerzas reaccionarias puedan atraer cuadros entre la profesión.

Los procesos históricos no suelen ser demasiado controlables, especialmente cuando las fuerzas desatadas de la economía, la política y las emociones se fundamentan en el agravio, el resentimiento y la generalización de la ineptitud de los hombres y mujeres que toman decisiones trascendentes. O de la impotencia a la hora de controlar problemas de extrema gravedad. La posible reaccionarización de una parte de la profesión, –y los indicios demoscópicos indican que los más jóvenes pueden ser los primeros– no se puede evitar desde el llamamiento a la moralidad o el voluntarismo de las buenas intenciones. Sólo será posible estrujar esta tendencia si somos capaces de tomar decisiones pragmáticas y decididas para romper esta dinámica depresiva de los últimos años. Y eso quiere decir, básicamente, poner en marcha la agenda que hace años que impulsan espacios sociales y sindicales como los de USTEC· STEs: dedicar de manera drástica recursos humanos y económicos; permitir la recuperación de las decisiones estratégicas educativas por parte de los claustros, aunque también otras cuestiones como la rectificación de políticas educativas nocivas que han desposeído de sentido a las instituciones educativas, o encontrar mecanismos efectivos de restablecer un cierto orden dentro de las aulas, y racionalidad en las estructuras educativas. Quien esto escribe, que ya lleva cuatro décadas en el sistema y que ha asistido a una devaluación continuada envuelta en retóricas progresistas, se declara más bien pesimista.

 

 

[1] François Jarraud, Le vote enseignant bien ancré à gauche“, Le Club de Médiapart, 15-VII-2024

[2] „Ces Profs qui votent RN: c’est symptomatique de la crise qui traverse l’Éducation Nationale“, Le Point, 28-VI-2024

[3] Libby Stanford, „How Educators Say They’ll Vote in the 2024 Election. Educator’s preferences vary by age and the communities where they work, EducationWeek, 21-X-2024

[4] Ramon Font y Xavier Diez (Coords.) y Secretaría Comunicación USTEC· STEs, Encuesta sobre hábitos de comunicativos entre el profesorado de Cataluña. Uso de comunicación y redes sociales y redes sociales entre los docentes, Noviembre de 2015.

[5] USTEC· STEs, El malestar docente en Cataluña. Estudio sobre el estado de la profesión docente en Cataluña y los factores que inciden en ella, Octubre 2024.