Khutso Ntseki – SUDÁFRICA
Señoras y señores, estimados delegados y honorables invitados.
Me llamo Khutso Ntseki, soy sudafricano y ciudadano del mundo.
Hoy comparezco ante ustedes con una propuesta que lleva el peso de la historia, la promesa del progreso y el imperativo de la justicia. Es una propuesta que nos llama a reconocer el papel fundamental que desempeña África en la conformación del futuro de nuestro mundo, y es una llamada a la acción para reubicar la sede de las Naciones Unidas y sus órganos en el continente africano.
África ha sido durante décadas algo más que una simple entidad geográfica: ha sido un crisol de resistencia, un testimonio de la capacidad del espíritu humano para superar la adversidad y un faro de esperanza en un mundo a menudo acosado por los conflictos y la discordia. Desde las luchas contra el colonialismo hasta la lucha contra el apartheid, África ha estado a la vanguardia de la búsqueda de la libertad, la igualdad y la justicia.
A pesar de su innegable importancia, África y el Sur global siguen estando insuficientemente representados y marginados en la escena mundial. Ha llegado el momento de que rectifiquemos esta injusticia histórica y reconozcamos al Sur global su legítimo papel como actor estratégico en las relaciones internacionales.
Reubicar la sede de las Naciones Unidas en el Sur global sería un poderoso símbolo de este reconocimiento y un paso tangible hacia el reequilibrio de la balanza de la gobernanza mundial.
Pero el simbolismo por sí solo no basta. África tiene una importancia en los asuntos internacionales que va más allá del mero simbolismo; radica en su rica diversidad, sus florecientes economías y su enorme potencial de crecimiento y desarrollo. Con una población que supera los 1.300 millones de personas, África representa una parte significativa de la humanidad, y su voz merece ser escuchada alto y claro en la escena mundial.
Es más, la situación estratégica de África en la intersección de tres continentes -África, Europa y Asia- le confiere una importancia geopolítica sin parangón. Es un puente entre diferentes culturas, civilizaciones y economías, y tiene el potencial de servir de catalizador para la paz, la estabilidad y la prosperidad en todo el mundo.
Durante toda su historia, África ha jugado un papel crucial en las Naciones Unidas, aportando tropas a las misiones de mantenimiento de la paz, defendiendo los derechos humanos y abogando por los intereses de las naciones en desarrollo. Desde los esfuerzos pioneros de Kwame Nkrumah, de Ghana, hasta el liderazgo visionario de Nelson Mandela, de Sudáfrica, los estadistas africanos han dejado una huella indeleble en las Naciones Unidas y han contribuido a mejorar su programa.
Reubicar la sede de las Naciones Unidas en África o en el Sur global no sólo serviría para rendir homenaje a este legado, sino también para aprovechar la energía, la creatividad y el dinamismo del Sur global para afrontar los desafíos urgentes de nuestro tiempo. Ya sea el cambio climático, la mitigación de la pobreza o la resolución de conflictos, el Sur global tiene una gran riqueza de conocimientos y experiencia que ofrecer, y ya es hora de que aprovechemos este inestimable recurso.
Pero tal vez lo más importante sea que la reubicación de las Naciones Unidas al Sur global enviaría un poderoso mensaje de solidaridad y asociación a los pueblos del Sur global. Esto pondría de manifiesto nuestro compromiso de trabajar codo con codo con ellos para construir un mundo más justo, equitativo y sostenible para las generaciones futuras.
Claro que no soy tan ingenuo como para sugerir que la reubicación de las Naciones Unidas a África estaría exenta de dificultades. Deben tenerse en cuenta consideraciones logísticas, financieras y políticas, y sin duda habrá resistencia por parte de quienes se aferran al statu quo.
No obstante, los obstáculos a los que nos enfrentamos no son insuperables, y los beneficios de tal medida superan con creces los costes. Podemos aprovechar esta oportunidad histórica para reafirmar nuestro compromiso con los principios de igualdad, solidaridad y respeto mutuo que constituyen el núcleo de las Naciones Unidas.
Les invito a unirse conmigo en la adopción de esta audaz visión para el futuro de nuestro mundo. Estemos en el lado correcto de la historia y trabajemos juntos para hacer de África la nueva sede de las Naciones Unidas. Juntos podemos construir un futuro más brillante e integrador para todos.
Al emprender este viaje hacia un orden mundial más igualitario y representativo, recordemos las palabras de Nelson Mandela, que una vez dijo: „Siempre parece imposible hasta que se hace.“ La reubicación de las Naciones Unidas en el Sur global puede parecer una tarea de enormes dimensiones, pero con determinación, valentía y solidaridad, podemos convertir este sueño en realidad.
No nos limitemos al pasado y dejémonos inspirar por el potencial ilimitado del futuro. El Sur global está dispuesto a asumir el papel que le corresponde en la escena mundial, y las Naciones Unidas deben liderar el camino para facilitar esta transición. Juntos, escribamos un nuevo capítulo en la historia de la humanidad—un nuevo capítulo de unidad, cooperación y prosperidad compartida.
Gracias una vez más por su atención y su compromiso con la construcción de un mundo mejor para todos.
En efecto, la historia del papel de Sudáfrica en la defensa de la justicia en la escena internacional merece un reconocimiento especial. Pese a no disponer del poder de veto que ejercen algunas de las naciones más influyentes del mundo, Sudáfrica ha demostrado un notable liderazgo y valentía en la defensa de la causa de la justicia y los derechos humanos.
Un ejemplo notable del compromiso de Sudáfrica con el derecho internacional y la rendición de cuentas es su papel al llevar a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (ICJ) por la construcción del muro de separación en los territorios palestinos ocupados. En 2004, Sudáfrica, junto con otras naciones afectadas, apoyó una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que se solicitaba una opinión consultiva de la CIJ sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de la barrera.
Pese a la presión diplomática y la oposición de poderosos actores, Sudáfrica se mantuvo firme en su convicción de que la justicia debe prevalecer. Gracias a su posición basada en principios y a su incansable defensa, Sudáfrica contribuyó a poner de relieve la difícil situación del pueblo palestino y la necesidad de una resolución pacífica del conflicto basada en el derecho internacional y en el respeto de los derechos humanos.
Este ejemplo sirve de testimonio del poder de la perseverancia, la integridad moral y la solidaridad frente a la adversidad. Esto demuestra que incluso naciones sin el mismo nivel de influencia política pueden marcar una diferencia significativa en la escena mundial defendiendo lo que es correcto y justo.
Las acciones de Sudáfrica sirven para reiterar que la búsqueda de la justicia no es el dominio exclusivo de unos pocos elegidos, sino una responsabilidad colectiva que requiere la participación y el apoyo de todas las naciones. Al unirnos en solidaridad con los oprimidos y marginados, podemos crear un mundo en el que prevalezcan la justicia, la igualdad y la dignidad humana.