Hüseyin Ozan Uyumlu – ozan4477@gmail.com – TURQUÍA
Por endeudamiento externo se entiende el proceso por el cual un Estado o un organismo público obtiene ingresos de diversas fuentes externas. También se puede definir el endeudamiento como la dependencia del país prestatario hacia el país prestador. (Şeker, 2007, pág. 115-134). El aumento de la deuda externa convierte a los países en dependientes de los países acreedores. El periodo comprendido entre 1854 y 1923 fue un periodo en el que el Imperio Otomano se endeudó intensamente recurriendo a los países occidentales y se convirtió gradualmente en un imperio colonial. El Imperio Otomano pagó el precio de las deudas externas renunciando a su independencia y a sus territorios (Dikmen, 2010, pág. 137).
La estructura económica del Imperio Otomano, dependiente del extranjero desde el siglo XIX, fue abandonada debido a que la República de Turquía priorizó la independencia económica, pero la situación se dio la vuelta de nuevo en la década de 1950 debido a diversas razones políticas (Keçeligil, 2019, pág. 103). La estricta relación entre endeudamiento y dependencia exterior normaliza la expectativa de los intereses tanto económicos como políticos de los Estados o instituciones que proporcionan la financiación de la deuda. Por ello, en el análisis de la cuestión del endeudamiento y de la Administración General de Deudas, se hará una evaluación en su contexto económico y político.
Como consecuencia de las repercusiones del sistema económico mercantilista surgido con la llegada de la Era de las Exploraciones al Imperio Otomano, la situación económica de éste empezó a empeorar. Tras las exploraciones geográficas, el comercio mundial a través de los océanos cobró impulso. Dicha situación supuso una reducción de los ingresos de los Estados que dominaban las rutas comerciales tradicionales, como el Imperio Otomano (Yüksel, 2020, pág. 24). El flujo de metales preciosos hacia Europa penetró en el Imperio Otomano, lo que generó una abundancia de dinero en el mercado, y el continuo aumento del gasto público hizo que la economía del país se viera arrastrada a un entorno de rápida inflación (Keçeligil, 2019, pág. 112-113). Debido a la subida de los precios y a las dificultades que atraviesa la economía, los impuestos, que constituyen la mayor fuente de ingresos, se han vuelto nominalmente inflexibles frente a las variaciones de los precios, lo que ha provocado una disminución significativa de los ingresos del Tesoro (Eser, 2021, pág. 35). El Imperio Otomano se enfrentó por primera vez al fenómeno de la „inflación“ durante el reinado del sultán Mehmet el Conquistador, que se considera uno de los periodos de mayor poder político del Estado (Shaw, 1994, pág. 96).
El Imperio Otomano, que pospuso la crisis gracias a las victorias militares a pesar del enriquecimiento de sus rivales y del cambio de los parámetros económicos del país a partir del siglo XV, se dio cuenta de los problemas a partir del siglo XVII e intentó introducir mejoras en la economía y el orden militar introduciendo reformas. A pesar de la resistencia, el recorte de los gastos de palacio fue una de las reformas económicas más importantes. El Imperio Otomano, que no cerraba sus fronteras a las importaciones debido a su concepción del „provisionismo“, uno de los tres principios económicos del Estado, empezó a rendirse al capital mundial. El Imperio Otomano recurrió por primera vez al capital „nacional“ para salir de la crisis financiera e inició el endeudamiento interno en 1775 con la práctica denominada „esham“. Con esta práctica se establecieron también las bases para el uso de billetes de banco.
Las finanzas Otomanas atravesaban a finales del siglo XVIII una grave crisis debido a las derrotas en las guerras y a las reparaciones pagadas. Cuando estalló la guerra en 1787 con Rusia, uno de los Estados más poderosos del siglo, el gobierno Otomano acudió al endeudamiento interno del Estado para cubrir los costes de la guerra, pero fue incapaz de recaudar todo el dinero que quería. Después intentó obtener préstamos de los Países Bajos y España, pero no llegó a un acuerdo (Yüksel, 2020, pág. 125).
Se puede argumentar que ante la situación de endeudamiento del Imperio Otomano, las prácticas de capitulación hicieron que la economía Otomana se abriera a factores externos. Las capitulaciones concedidas a los Estados europeos no suponían un problema cuando el modo de producción feudal era general en el mundo y el Imperio Otomano era económicamente fuerte, pero la expansión de las capitulaciones en el siglo XVIII y el modo de producción capitalista surgido tras la Revolución Industrial en Europa convirtieron las capitulaciones en un caballo de Troya colocado en el país Otomano. Durante el siglo XIX, Gran Bretaña y luego otros países europeos, en paralelo a su creciente acumulación de riqueza capitalista, establecieron gradualmente el control imperialista sobre el Imperio Otomano (Öztürk y Keskin, 2011, 118). Las capitulaciones no sólo sirvieron para impedir la adopción de medidas de protección aduanera, sino que también destrozaron la estructura de producción tradicional e iniciaron el proceso de colapso de la industria nacional (Yıldız, 2007, pág 116). El Imperio Otomano se transformó en un país más dependiente con estas regulaciones y se vio condenado a un sistema económico que se fundió en las ruedas del capitalismo. Este sistema económico ha convertido al Estado por completo en una semicolonia del capitalismo (Eser, 2021, pág. 40).
La Revolución Industrial, que se produjo por primera vez en Inglaterra a finales del siglo XVIII, cambió el curso de la historia mundial. Los Estados europeos, en particular Gran Bretaña, iniciaron la producción con máquinas en las fábricas, lo que permitió producir un nuevo modelo de mercancía a un precio más barato. A pesar de que el Imperio Otomano realizó intentos de industrialización, las reformas quedaron estancadas porque carecía de una estructura holística. El Imperio Otomano, al no poder ser competente en los campos de la educación y la ciencia por motivos como la supresión de los cursos de ciencias en las madrasas a partir del siglo XVII, la desautorización de los estudios de científicos como Hezarfen Ahmet Çelebi, Lagari Hasan Çelebi, Takiyüddin Mehmed y el exilio de algunos de ellos, no fue capaz de proporcionar la infraestructura científica y tecnológica, que es uno de los pilares básicos de la industrialización.
Otra importancia del Tratado de Libre Comercio de 1838-Baltalimanı para la sociedad Otomana fue que permitió la introducción de las relaciones de producción capitalistas en el territorio Otomano. El sistema capitalista de Europa Occidental entró y se instaló en el país primero como «capital comercial» y luego, después de 1854, como «capital financiero» (Keçeligil, 2019, pág. 115). Quien invierte su capital tiene como objetivo principal la obtención de beneficios. Aunque en este caso el objetivo principal es el beneficio, hay algunos factores a los que el capital extranjero presta atención a la hora de realizar sus inversiones. Entre las preferencias del capital extranjero figura en primer lugar el atractivo del mercado del país en el que se realizará la inversión. En otras palabras, el exceso de demanda en un país es de gran importancia. También es importante la abundancia y el bajo coste de los recursos naturales y de los medios de producción. Una de las cuestiones importantes a las que presta atención el empresario que invierte su capital es la estabilidad económica y política del país en el que va a invertir (Yıldız, 2007, pág. 115). La creación de la Administración General de Deudas estuvo influida por el deseo de la potencia del capital europeo, que entró en el Imperio Otomano de forma efectiva tras el Tratado Comercial de Balta Liman para garantizar la „estabilidad económica“ del Imperio Otomano y tomar decisiones acordes con sus intereses. Estabilidad económica significa recursos «manejables» para el capital europeo, garantizar los derechos de propiedad, permitir a los extranjeros adquirir bienes inmuebles y aumentar las facilidades de transporte (Kurmuş, 2007, pág. 71).
Los Estados europeos, que se enriquecieron tras la Revolución Industrial, empezaron a prestar dinero a países en apuros económicos en la segunda mitad del siglo XIX. Como las deudas continuaban, el capital europeo afluyó a estos países y casi fueron colonizados.
Los países incurren en gastos extraordinarios para financiar las pérdidas derivadas de acontecimientos extraordinarios, como guerras y catástrofes naturales. Los acontecimientos extraordinarios pueden aumentar enormemente los gastos públicos, y si los recursos internos son insuficientes para los gastos públicos, se recurre a los recursos externos (Dursun, pág. 27). El Imperio Otomano se vio obligado a recurrir a la deuda externa por primera vez en 1854 como consecuencia del aumento de los gastos provocado por la Guerra de Crimea que comenzó en 1853. Lo que resulta crítico aquí es que antes de que se tomara este préstamo, es decir, desde la década de 1840 en adelante, los propietarios de capital europeo y los representantes de los Estados europeos habían estado presionando constantemente a la burocracia central Otomana para que utilizara los préstamos extranjeros como solución a los problemas económicos (Yıldız, 2007, pág. 119).
Los países imperialistas de Europa tuvieron la oportunidad de comercializar en el país Otomano sus bienes comerciales, que aumentaban con la producción en masa, así como de utilizar en el país Otomano su creciente capital en efectivo. El Imperio Otomano ya tenía necesidad de este capital en efectivo, puesto que no podía aumentar los ingresos del Estado debido a su incapacidad para industrializarse. Como resultado, entre Europa y el Imperio Otomano surgió una situación de complementariedad y dependencia mutua en materia monetaria y financiera (Gürsoy, 2011, pág. 26).
El primer intento de endeudamiento externo fue realizado por Mustafa Reşit Pasha, gran visir del sultán Abdülmecid. En 1851, se firmó el primer acuerdo de deuda externa con la justificación de que ni siquiera se podían pagar los salarios, pero considerando los peligros que esto supondría, se puso fin a este acuerdo pagando una indemnización por cancelación (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 70).
Puesto que el Imperio Otomano necesitaba desesperadamente capital en efectivo, se inició un periodo de préstamos y empréstitos entre Europa y los Otomanos, que se aceleró y creció en poco tiempo. Incluso antes de la guerra de Crimea, la deuda del Imperio Otomano con los banqueros de Gálata había ascendido a 16 millones de liras. Europa, donde los sistemas bancarios o de préstamo se habían desarrollado desde la Edad Media, empezó a llamar constantemente a la puerta del Imperio Otomano para prestarle dinero a través de sus poderosos centros financieros. Mientras proseguía la guerra de Crimea, iniciada en 1853, el Imperio Otomano contrajo la primera deuda externa con Gran Bretaña y Francia, a las que consideraba aliadas, al surgir la necesidad en 1854 (Eser, 2021, pág. 43).
A partir de 1838, el volumen del comercio Otomano aumentó, pero el déficit por cuenta corriente se incrementó debido a las importaciones más que a las exportaciones. A ello hay que añadir el flujo masivo de capital extranjero hacia el país. Entre 1850 y 1913, se establecieron en Londres al menos 166 empresas británicas para comerciar, explotar minas, abrir fábricas, etc. en Turquía. El capital de estas empresas varía entre £10.000 y £1.000.000 (Kurmuş, 2007, pág. 69). De 1854 a 1873, cuando se produjo la crisis económica europea, no hubo ninguna interrupción ni irregularidad en la entrada de capital extranjero en el país. Durante este período, Gran Bretaña estuvo a la cabeza de las entradas de capital extranjero, tanto excluyendo como incluyendo la deuda externa. No se debe ignorar que las entradas de capital extranjero aumentan la deuda externa (Yıldız, 2007, pág. 113-114). En el proceso que condujo al establecimiento de la Administración General de Deudas influyó la creciente entrada de capital extranjero en el país a través de las relaciones tanto comerciales como de deuda.
Al estallar la guerra de Crimea con Rusia en 1853, el presupuesto del Imperio Otomano era de 7,5 millones de liras, mientras que los gastos de guerra se estimaban en 18 millones de liras. Por ello, el Imperio Otomano pidió prestado 3,3 millones de liras Otomanas a las empresas Palmer & Co y Gold Schmitet Ass. con el acuerdo realizado el 24 de agosto de 1854 (Yüksel, 2020, pág. 125). El plazo de amortización de la deuda era de 33 años, el tipo de interés anual era del 6% y la forma de pago era la amortización del 1% del capital cada año. El precio de emisión de los bonos se determinó como el ochenta por ciento del valor nominal. Por lo tanto, el Imperio Otomano recibió 2.640.000 liras Otomanas de esta deuda. Además, el Imperio Otomano no podía gastar este dinero de acuerdo con sus propios planes. Según el acuerdo, el Imperio Otomano debía utilizar este dinero para fines bélicos (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 70-71).
La deuda externa que habría servido para cubrir el déficit presupuestario y reembolsar las deudas contraídas se hizo irrecuperable en muy poco tiempo. El método del Imperio Otomano de gravar los ingresos presupuestarios para la venta de bonos condujo a la destrucción total de los ingresos presupuestarios regulares del país. Mientras que en 1863 se destinaba el 17% de los ingresos presupuestarios al pago de la deuda externa debido a las crecientes deudas externas, en 1873 se destinaba a este fin el 55% de los ingresos presupuestarios (Eser, 2021, pág. 43-44).
La Guerra de Crimea, en la que los Estados europeos apoyaron al Imperio Otomano debido a sus propios intereses, no acabó con una victoria Otomana. El Tratado de París firmado tras la guerra tuvo consecuencias contra el Imperio Otomano. Asimismo, tras la guerra, se contrajeron nuevas deudas externas, por un lado, y el capital europeo comenzó a invertir en tierras Otomanas, por otro. Los préstamos se tomaron a tipos de interés elevados, no se utilizaron eficazmente y, por tanto, la carga de la deuda aumentó (Ünlüönen, 1988, pág. 315). Además de la cantidad de préstamos y los tipos de interés negativos, también llama la atención el número de préstamos. Entre 1854 y 1874 se contrajeron 15 préstamos. A partir de 1865, la cantidad de préstamos tomados aumentó (Yıldırım, 2001, pág. 319). Dado que los préstamos tomados no se utilizaron en áreas de actividad que aumentaran la producción, sino en áreas como gastos de guerra, gastos de palacio, construcción de palacios, construcción de la marina y pagos de salarios, los pagos de las deudas existentes se realizaron tomando prestadas nuevas deudas (Kurnaz, 1989, pág. 64).
Los indicadores financieros de 1874 muestran claramente la gravedad de la situación: Mientras que el presupuesto del Estado Otomano era de 25.104.958 liras, la cuota de deuda a pagar alcanzaba los 30 millones de liras (Fişek, 1967, pág. 160). Las finanzas Otomanas estaban lastradas por las deudas y los intereses, y en 1875 ya no se podían pagar ni siquiera los plazos de las deudas.
El equilibrio presupuestario del Estado ha empeorado como consecuencia de las deudas contraídas a fuertes tipos de interés que no han podido desviarse a áreas generadoras de recursos. El 30 de octubre de 1875, bajo Abdülhamid II, se anunció un plan para la quiebra de las finanzas y el pago de las deudas con el Decreto de la Ley de Ramadán, y se declaró que no se pagaría la mitad del capital y los intereses de las deudas nacionales y extranjeras. Este anuncio fue, en cierto sentido, la admisión de una situación que podría denominarse de quiebra o moratoria financiera. A partir de abril de 1876, se suspendió por completo el pago de la deuda. La Ley del Ramadán provocó una gran reacción entre los estados acreedores. El anuncio de la quiebra supuso una conmoción para los tenedores de bonos otomanos en los países del centro capitalista (Aybudak, 2022, pág. 677). Los periódicos europeos comenzaron a publicar artículos como „Los turcos nos defraudaron, gastaron nuestro oro para disfrutar del lujo“ (Akt. Adiloğlu y Yücel, 2021).
Después de la Ley Ramadán, una de las regulaciones más importantes fue el establecimiento de la Administración Rüsumu Sitte (Administración de los Seis Impuestos) en 1879 y la asignación de seis tipos de impuestos a los Banqueros Galata del país. No obstante, el acuerdo suscitó la reacción extranjera y se hizo inevitable un nuevo acuerdo. Tras las negociaciones entre los acreedores británicos, franceses, italianos, austriacos y alemanes y el Imperio Otomano, se estableció la Administración Duyun-ı Umumiyye (Deudas Generales), en su nombre completo „Administración Duyun-ı Umumiyye-i Osmaniye Varidat-ı Muhassasa„, con el acuerdo firmado el 20 de noviembre de 1881 (28 Muharram 1299). El tratado se denominó „Decreto de Muharram“ porque coincidía con el mes de Muharram (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 73). No bastaría con evaluar la función de la Administración General de Deudas únicamente en términos de asignación de los créditos de los estados acreedores y sus efectos sobre el presupuesto Otomano. La evaluación del periodo junto con los equilibrios de poder político, las crisis, los conflictos, las alianzas de intereses y el nexo entre economía y política creará una perspectiva holística sobre el tema. Según Gürsoy, la Administración General de Deudas fue una avanzadilla del capitalismo europeo (Gürsoy, 2011, pág. 25). El hecho de introducir una administración privada extranjera en las finanzas del Estado dio lugar a una estructura similar a la observada en las colonias (Kartopu, 2012).
La Administración General de Deudas estaba compuesta por siete miembros. Francia, Austria, Italia, Alemania, el Imperio Otomano y los Banqueros de Gálata estaban representados por un miembro cada uno, mientras que el Reino Unido y los Países Bajos estaban representados por un miembro conjunto. La Administración General de Deudas estaba autorizada a recaudar y gastar los impuestos que el Imperio Otomano cobraba sobre la sal, las bebidas alcohólicas, la pesca, la seda, el tabaco y el impuesto de timbre (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 73). Esto significó la privatización del Estado y, en consecuencia, la vida económica del país quedó bajo el dominio de los países capitalistas coloniales (Eser, 2021, pág. 45).
La creación de la Administración General de Deudas debe considerarse en el contexto político de la época. En 1878, en el Congreso de Berlín, países como Gran Bretaña, Francia y Rusia, que habían prestado dinero al país, acordaron que el Imperio Otomano debía dividirse. En el periodo posterior al Congreso, la Administración General de Deudas, que facilitó el proceso de reparto del país económicamente, si no territorialmente, surgió como la herramienta más importante del método de explotación capitalista (Eser, 2021, pág. 44-45).
Instituciones financieras como el Banco Otomano y el Deutsche Bank también fueron decisivas para la entrada y la movilidad del capitalismo occidental en el Imperio Otomano. Por ejemplo, el Deutsche Bank se encargó de la venta de una nueva deuda Otomana en las bolsas alemanas con el fin de acelerar el otorgamiento de concesiones ferroviarias. Por consiguiente, la rivalidad germano-francesa en el período previo a la Primera Guerra Mundial se plasmó en gran medida en la rivalidad Deutsche Bank-Osmanlı Bank. No es sorprendente que, después de los ferrocarriles, la banca sea el segundo sector de inversión. La participación de la banca en el sector en 1914 era del 12% (Yıldız, 2007, pág. 123-124).
La función más importante de la Administración General de Deudas, que debilitaba la independencia económica del Estado, era controlar una cuarta parte de los ingresos estatales. Para entender la eficacia de la organización en el Estado, también puede ser útil observar el número de empleados. Mientras que el número de empleados de la Administración Otomana de Finanzas en 1912 era de 5.500, el número de personal empleado por la Administración General de Deudas alcanzó los 8.900, incluyendo 3.200 puestos temporales y 5.700 permanentes. (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 74).
Durante los años de creación de la Administración General de Deudas, se produjo un aumento de las inversiones de capital extranjero que entraban en el país. Desde este punto de vista, la Administración General de Deudas es similar al Tratado Comercial de Balta Liman. El importe total de las inversiones de capital extranjero que entraron en el país entre 1888 y 1896 superó los 30 millones de libras esterlinas. Esta cantidad corresponde al 40% del total de las inversiones de capital extranjero realizadas hasta 1914. Durante este período, se invirtieron más de 17 millones de libras esterlinas de capital extranjero (Yıldız, 2007, pág. 122-123).
Mediante esta administración, el Imperio Otomano quedó económicamente bajo el control de países extranjeros, y algunos Estados aumentaron su influencia política dentro del imperio y se aseguraron de que las decisiones se tomaran de acuerdo con sus propios intereses (Dayar y Küçükaksoy, 2009, pág. 34). El hecho de que la Administración General de Deudas tuviera la facultad de embargar bienes para su cobro cuando fuera necesario es un indicio de la pérdida parcial de independencia soberana. La Administración General de la Deuda limitó la autoridad del Imperio Otomano para utilizar y asignar sus propios recursos y socavó sus derechos soberanos. La institución produjo efectos en el Imperio Otomano más allá de su propia estructura y función. El hecho de que los miembros del consejo de administración de la Administración General de la Deuda ocuparan también cargos en diversas empresas que invertían en el Imperio Otomano, como los ferrocarriles, creó relaciones de interés y contradicciones. Por otra parte, se estableció una red de inteligencia que controlaba la independencia del país con sus funcionarios trabajando en lugares como ferrocarriles, puertos, correos y administración telefónica (Adiloğlu y Yücel, 2021, pág. 75). Asimismo, esta red de inteligencia fue establecida no sólo por sus propios administradores designados, sino también por estadistas otomanos. Un alto funcionario, tal vez un ministro, que firmaba con la leyenda „británico“ no veía ningún inconveniente en comunicar al embajador británico, en informes periódicos, incluso las partes más confidenciales de las reuniones del Consejo de Ministros (Kurmuş, 2007, pág. 72).
Lord Stratford de Redcliffe, embajador británico en Estambul, pronunció un discurso en la ceremonia de inicio de la construcción de la estación de Alsancak, el 16 de noviembre de 1858, que revela claramente el propósito de la entrada y las actividades del capital extranjero en el Imperio Otomano:
“Esperamos que este ferrocarril sea una inversión de capital útil para facilitar la entrada de nuestros productos industriales en Turquía. Como todos ustedes saben, Europa está más interesada que nunca en la revitalización de Turquía. La civilización occidental ha llegado a las puertas del Levante. Quiero que todos sepan que si estas puertas, por las que no hemos podido pasar hasta ahora, no se abren por completo, tenemos el poder, e incluso mucho más poder, para abrirlas por la fuerza, en nuestro propio interés, y para imponer nuestra voluntad.” (Kurmuş, 2007, pág. 55).
Como se puede ver, la Administración General de la Deuda no se creó con la inocente intención de poner en orden la estructura presupuestaria Otomana y saldar sus deudas externas. La creación y los objetivos operativos de la Administración General de Deudas pueden resumirse como sigue:
1. Organizar la economía Otomana de acuerdo con los intereses de los Estados acreedores,
2. Proporcionar información a los estados europeos sobre áreas estratégicas (ferrocarriles, puertos, correos, teléfono, etc.) relativas a la economía Otomana, la estructura institucional y la independencia del país,
3. Exportar materias primas y recursos, especialmente de importancia estratégica, desde tierras Otomanas,
4. Tener derecho a gestionar las empresas comerciales del Imperio Otomano,
5. Transferir dinero del tesoro Otomano a sus propias arcas por medios distintos al cobro de deudas.
La existencia de la Administración General de Deudas no impidió que el Imperio Otomano adquiriera nuevas deudas externas. En los 27 años transcurridos entre 1881, fecha de creación de la Administración General de Deudas, y 1908, fecha de proclamación de la II. Monarquía Constitucional, se obtuvieron 63 millones de liras Otomanas en 16 préstamos diferentes. Durante los siguientes años, otros 46 millones de liras Otomanas fueron prestados en 8 préstamos diferentes hasta la Primera Guerra Mundial en 1914. Una parte de los 63 millones de liras prestados se destinó a la construcción de los Ferrocarriles del Este, otra a gastos militares, otra a la reestructuración de antiguas deudas y otra a cubrir déficits presupuestarios. A causa del elevado coste de las guerras de Trípoli y de los Balcanes, el préstamo de 22 millones de liras tomadas del Banco Otomano en 1914 fue la última estabilización de esta larga aventura de empréstitos.
El Imperio Otomano perdió sus territorios fuera de Anatolia como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, y las potencias de la Entente intentaron condenarlo al Tratado de Paz de Sevres. La lucha por la independencia que comenzó con la resistencia de las Kuvayi Milliye (Fuerzas Nacionales) en Anatolia evolucionó hacia la Lucha Nacional (Guerra de Independencia) bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk, y al cabo de tres años se construyó el nuevo Estado turco. El Tratado de Paz de Lausana (24 de julio de 1923), que fue la escritura de constitución del nuevo Estado, dividió las deudas externas que quedaban del Imperio Otomano entre los Estados que surgieron dentro de las fronteras del imperio, y vinculó a plazos la parte relacionada con Turquía. Durante las negociaciones de paz, los Estados acreedores o en libras esterlinas, pero se decidió pagar la deuda en moneda turca o en francos, como pedían los representantes turcos (Kili, 2006, pág. 149). Como se llegó a un compromiso sobre el pago de la deuda externa, se cerró la Administración General de Deudas. De este modo, la Administración General de Deudas, que había asumido el papel de mecanismo de control sobre las finanzas Turcas, la economía Turca e incluso la política Turca, y que funcionaba con la lógica de un „Estado sobre el Estado“, desapareció. La República de Turquía completó el reembolso de su deuda exterior otomana en 1954.
En las economías mundiales contemporáneas, muchos países luchan con déficits muy grandes en sus presupuestos. Dado que muchos países han optado por el endeudamiento como método para combatir los déficits presupuestarios, se observa que la carga de la deuda de estos países aumenta día a día (Eser, 2021, pág. 26). En la actualidad, la evaluación de la relación entre el endeudamiento externo y la dependencia económica de los países, es decir, la relación de debilitamiento de la independencia económica a través del endeudamiento, y las similitudes entre la Administración General de Deudas y las instituciones actuales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial deberían abordarse como tema de otro artículo con sus contextos históricos.
1 In accordance with the principle of provisionism, it was desired that the goods produced in order to meet the needs of the cities should be cheap, abundant and at the same time of high quality and that production should be at high levels (Çetin, 2018, p. 236)
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