/Las Luchas Feministas Por el Derecho de Las Mujeres a la Educación – Selene Aldana Santana

Las Luchas Feministas Por el Derecho de Las Mujeres a la Educación – Selene Aldana Santana

Selene Aldana Santana1
Centro de Estudios Sociológicos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM, México

El acceso de las mujeres al estudio y a la educación ha sido un pilar fundamental en el avance de las luchas feministas, porque siempre que se les ha permitido a las mujeres leer, estudiar y escribir lo han hecho para, entre otras muchas cosas, denunciar el orden social patriarcal en el que viven, sus injusticias y los malestares que produce. Esto es, sin acceso de las mujeres a la educación, el movimiento feminista no sería lo que es hoy; y ya que la mayoría de los derechos de los que gozan las mujeres han sido conquistados por ese mismo movimiento, sin acceso a la educación, la vida de las mujeres sería mucho más lamentable de lo que es hoy. Es por eso que el presente artículo revisa brevemente la relevancia que históricamente ha tenido la lucha por el acceso a la educación dentro de los movimientos feministas.

Los primeros registros que se conservan en Occidente de reivindicaciones de mujeres sobre sus propios derechos remonta precisamente a un episodio histórico de gran desarrollo del conocimiento y la enseñanza: el Renacimiento y la Revolución científi – ca. El entusiasmo que generaron en algunos grupos de élite las nuevas ideas renacentistas y los descubrimientos de las nacientes ciencias hizo que en algunas familias se compartieran esos nuevos conocimientos con las mujeres. Durante la Edad Media, la única vía que tenían las mujeres de clase alta para estudiar era siguiendo la vida de monjas enclaustradas en conventos. A fi nes del siglo XIV y principios del XV un nuevo reducido sector de mujeres seculares lograba acceso a la lectura y escritura, y eso empezó a transformar las cosas.

qué se encontraron las mujeres cuando por fi n se les permitió leer a las autoridades intelectuales de su época y de la clásica? Se encontraron con un mundo de fascinantes ideas acerca de la naturaleza y de la condición humana, pero cuando el tema a tratar eran las mujeres mismas… se encontraron con mucho odio irracional y prejuicios. Desde el siglo XIV y hasta el XVIII, en ciudades como París, Londres y Venecia, se desarrollan los debates fi – losófi cos y literarios conocidos como “querellas de mujeres”, en los que hombres eruditos discutían si las mujeres eran humanas, cuál era su naturaleza, si podían ser educadas o si convenían a los hombres. Las opiniones mayoritarias consideraban a las mujeres, por naturaleza, malas e inferiores a los hombres, por lo que prescribían su subordinación y control por parte de los hombres. Siguiendo estas opiniones dominantes, las mujeres no eran tratadas como individuos autónomos con derechos.

Desde los comienzos de esos escritos, a menudo aparecen iracundas quejas sobre la insumisión de las mujeres, lo que hace suponer que existieron actitudes críticas y oposicionales de parte de las mujeres al orden patriarcal aún antes de que éstas tuvieran acceso a la escritura. Pero el primer registro escrito que se conserva de una mujer participando en estos debates es el de la francesa Christine de Pisan (1365- 1430), quien en su libro La ciudad de las damas, insiste en que las mujeres no son de modo innato inferiores a los hombres, sino que ha sido sólo la inferior educación que se les ha permitido lo que ha originado esa equívoca idea. Así que, como tendencia histórica, el primer derecho que las mujeres reivindicaron para sí mismas en Occidente fue el derecho a la educación.

Sin embargo, para ese momento aún no se puede considerar que ya existiera el feminismo como movimiento político organizado. Éste aparece como un efecto de la Ilustración, otro episodio histórico de gran desarrollo del conocimiento y la enseñanza. Fueron muchas las mujeres que tuvieron contacto con el pensamiento ilustrado, uno de cuyos planteamientos centrales era que todos los individuos nacen libres, iguales y dotados de una serie de derechos innatos, naturales, universales e inalienables. Sin embargo, se encontraron con que si bien los enciclopedistas abogaban por los derechos de los ciudadanos, los plebeyos, los esclavos, los judíos, los indios y los niños, no lo hicieron así para las mujeres. Por ejemplo, John Locke sostenía que cada hombre tiene el mismo derecho a su libertad natural, y no debe estar sujeto a la voluntad de otro; pero las mujeres, como los animales, carecían de libertad natural, por lo que debían estar subordinadas a los hombres. Animadas por las ideas ilustradas que llamaban a cuestionar las autoridades, las mujeres exigieron para ellas los mismos derechos reivindicados para los hombres.

En 1791 Olympe De Gouges (1748- 1793) escribió La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, en la que extiende a las mujeres los mismos derechos planteados por la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Un año después, Mary Wollstonecraft (1759-1797) escribe La vindicación de los derechos de la mujer. Ambas autoras enfatizaban entre sus exigencias al gobierno emanado de la Revolución Francesa, la reforma de las leyes que regían las instituciones educativas para dar la misma educación a mujeres y a hombres. Ya que el pensamiento ilustrado ponía una fe tan grande en la educación del pueblo como medio para superar la ignorancia y la miseria, las mujeres que se vieron infl uenciadas por estas ideas reclamaban el mismo derecho a la educación para las mujeres.

El siguiente momento de gran impulso del feminismo occidental se da con el movimiento conocido como “las sufragistas”, que una vez más estuvo vinculado con un mayor acceso a la educación para las mujeres. En 1837, el Oberling College en Ohio se convierte en la primera institución universitaria en permitir la matriculación de mujeres, en 1848 ocurre lo propio en algunas facultades en Londres, y en el transcurso de la década de 1870 en grandes universidades como Oxford y Cambridge. Por primera vez un puñado de mujeres de clase media obtenía educación formal de alto nivel, así como la ocasión de conocer a otras como ellas y establecer las relaciones que posibilitarían el subsecuente movimiento por los derechos de las mujeres del que el inglés y el estadunidense serían pioneros. Estos movimientos exigían, entre otros, el derecho al libre acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones, y por supuesto, el derecho al sufragio femenino. Y, en efecto, en el curso de la primera mitad del siglo XX, en gran parte del mundo se alcanzó el sufragio femenino, así como la igualdad de derechos civiles, políticos y educativos.

Sin embargo, eso no necesariamente signifi có una mejora sensible en la vida de las mujeres, lo cual no tardó en ser denunciado por una nueva generación de feministas. Las seguidoras del llamado “feminismo radical”, desarrollado en Estados Unidos entre 1967 y 1975, “llegaban tremendamente preparadas y armadas de herramientas como el marxismo, el psicoanálisis, el anticolonialismo o las teorías de la Escuela de Frankfurt” (Varela, 2019: 105). Con estos recursos intelectuales pudieron reconocer las limitantes del feminismo por la igualdad de derechos de las generaciones anteriores, dando cuenta de que las conquistas legales pueden no traducirse en transformaciones sustantivas en la vida de las mujeres si no se modifi can las condiciones estructurales que generan las desigualdades entre géneros. Se denominaban radicales precisamente por proponerse ir a la raíz de la opresión, y no quedarse en la superfi cie de las reformas legales.

En lo que va del siglo XXI, particularmente en América Latina, han cobrado nueva vida los movimientos feministas, que han recibido un impulso importante desde los bachilleratos y universidades, donde las alumnas están denunciando que también al interior de las escuelas sufren diversas violencias machistas que inhiben el pleno ejercicio de su derecho a la educación.

Así que, como se ha mostrado en este sucinto recorrido, la lucha por el acceso a la educación ha sido un motor fundamental de las luchas feministas, porque siempre ha sido una de sus reivindicaciones centrales, y porque en los lugares y momentos en que se ha aumentado el acceso de las mujeres a la educación se han dinamizado las luchas feministas, y con ello, los avances en los derechos de las mujeres.

1 Doctora en Sociología, Centro de Estudios Sociológicos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM, México. Correo electrónico: saldana_psm01@yahoo.com.mx

Bibliografía

– Anderson, Bonnie y Zinsser Judith (2009): Historia de las mujeres, Vol. 1 y 2, Crítica, Barcelona.
– Off en Karen (2015): Feminismos europeos, Akal, Madrid.
– Pérez Garzón Juan Sisinio (2018): Historia del feminismo, Catarata, Madrid.
– Varela Nuria (2019): Feminismo para principiantes, Penguin Random House, México.