Rosa Cañadell
Licenciada en psicología, profesora, articulista. Miembro del SIEC
(Seminario Itaca de Educación Crítica)
Desde hace tiempo, algunas personas venimos alertando de la voluntad de las grandes empresas de apropiarse de la educación. Hemos señalado que la educación se ha convertido en un nicho suculento para los grandes capitales que ven en la educación una gran oportunidad para ampliar sus benefi cios, y también hemos señalado que hay una voluntad de colonizar aquello que se enseña en los centros educativos, para conformar una ideología que no ponga en cuestión al sistema y que acepte de buen grado las nuevas formas de explotación laboral, la precariedad y la desigualdad.
Durante el cierre de los centros educativos que nos obligó el Covid19, se puso de manifi esto la necesidad de usar la educación virtual y esto destapó la gran desigualdad que imperaba en nuestro alumnado, y como consecuencia la gran importancia de la educación presencial: Primero, por equidad, por no dejar atrás los más de 300 mil niños y jóvenes que no tienen ordenador, y el 85% que tienen solo uno por toda la familia. Constatamos que las aulas son el único espacio en el cual todos los niños, chicos y chicas, disfrutan de los mismos recursos, tanto materiales como humanos. Pero también constatamos que el aprendizaje, en etapas no adultas, no se puede lograr ante una pantalla con la misma profundidad que interaccionando con los compañeros y compañeras y con el profesorado.
A pesar de esto, estamos viendo como las nuevas tecnologías, que ya hace tiempos que han entrado a la educación, intentan sustituir la escuela tradicional por una educación en línea, sobre todo por parte de las grandes empresas del sector, que ven en la educación un mercado altamente rentable y que están aprovechando la pandemia para implementar sus planes. Estas corporaciones son los principales actores políticos beneficiarios de la transformación digital de la educación en esta emergencia sanitaria, puesto que son las que tienen las herramientas, el hardware, el software, las plataformas, las redes y todos los medios necesarios para producir material de aprendizajes no presenciales.
En la Revista que publica La Fundación Telefónica1 los diferentes artículos van explicando cuales son los objetivos: “La Red proporciona multitud de recursos que permiten a cualquier encontrar mejores explicaciones que en el aula. Los docentes tienen que renunciar a las posiciones de poder que han construido durante siglos.” (JUAN MANUEL ZAFRA Director de TELOS), o “Es sencillo pensar en una “universidad de todos los saberes” en la cual el libre intercambio de conocimientos sea la norma, en la cual la Red ponga en contacto a aquellos que deseen saciar su hambre de conocimiento sin necesidad de recurrir a instancias académicas tradicionales…en la cual la educación sea un antónimo de escolarización”. Y más claro todavía: “Nos encontramos con la necesidad de comprender y enfrentar la incertidumbre; el imperativo de asumir que la educación no está solo en manos del Estado y por eso tenemos que asumir la corresponsabilidad en la tarea educativa” (RODRIGO FÁBREGA)
La pregunta es si realmente pensamos que tenemos que dejar en manos de las empresas y los bancos la conducción de la educación. Si realmente estamos dispuestos a que un grupo de banqueros, economistas, políticos y grandes empresarios diseñen como se tiene que educar Si estamos dispuestos a aceptar que el profesorado ya no tiene que enseñar, que la memoria no sirve para nada y que puede existir la verdadera libertad sin tener un conocimiento riguroso. Y es que no se trata solo de privatización, sino de dejar en manos de los bancos y las empresas el control ideológico de los contenidos educativos.
Tal y como muy bien explica Geo Saura,2: “esto no hace más que consolidar en el sistema educativo del Estado español los últimos adelantos de privatización y neoliberalización a través del “fi lantrocapitalismo” y del capitalismo digital”.
Y es que lo importante no es solo como enseñamos, sino qué enseñamos y para que lo hacemos. En estos momentos en que se está constatando el fracaso del modelo neoliberal actual, hace falta, más que nunca, que la educación esté al servicio de la justicia social y de la emancipación personal y colectiva, y no que sea un instrumento al servicio de la ideología dominante.
Nuestros alumnos se encontrarán con un futuro que se prevé muy complicado y difícil, con un aumento de las desigualdades sociales y una progresiva división de nuestra sociedad. Lo que pretenden estos nuevos “agentes educativos” es que la educación prepare al alumnado para la futura división del trabajo y de la educación: con una minoría que será la élite y ejercerá el poder, que irá a costosas escuelas privadas con maestras de carne y hueso, y que adquirirán a través de la cultura y la educación las herramientas necesarias para pensar y refl exionar sobre el mundo, y una mayoría con herramientas cognitivas y culturales limitadas, con poca o nada capacidad crítica e incapaces de comprender el mundo y de actuar ante las difi cultades que su posición social se los comportará.
No podemos, de ninguna forma, dejar la educación en manos de unas élites socioeconómicas que nunca han querido una ciudadanía formada y crítica. Hay que parar esta deriva neoliberal que se está instalando en nuestro sistema educativo.