Marco Jean Paul Apaza Gonzales
Secretario General JDN-FEP – PERU
Al fin llegó el Bicentenario de la República del Perú, con su llegada se auguraba cambios estructurales. Al menos ese era el discurso del actual presidente, el Sr. Pedro Castillo Terrones.
El 28 de Julio asumió funciones uniformado con el traje bolivariano, una torpeza que anunciaba las que vendrían. Es cierto que el gobierno inicia funciones en medio de una severa crisis sanitaria, económica y política, pero la resolución de estos problemas son partes de un proyecto mayor de desarrollo nacional, el cual no sabemos con precisión cual será.
Con esto espero no se me mal interprete, nada podría ser peor que el Fujimorismo, pero Castillo no solo tiene serias deficiencias de gestión pública, también se muestra trémulo en la visión de país. Abandonó rápidamente el programa de Perú Libre para firmar una hoja de ruta, no lo criticamos porque todavía era candidato.
Esos tiempos pasaron, hoy cada peruano mira con preocupación la campaña de vacunación, sus retrasos y postergaciones, la tercera ola de la pandemia esta en curso, todos los países han sufrido en enfrentarla, pero aquí las cosas no se muestran seguras. La duda es la marca registrada de este gobierno.
Entre sus avances y retrocesos, podemos destacar que la conformación de su Gabinete fue una muestra de decisión, de firmeza, de persistir con su línea pese a críticas. Pese a no estar de acuerdo con la designación del Premier, respaldamos. Al final, se trata de un militante de sus filas. ¿A quién esperaban sino era uno de los suyos?
El maltrato a un destacado e histórico intelectual, como lo es Héctor Béjar, marcó un viraje peligroso, no lo advertimos porque consideramos que era un nuevo ataque de la oposición. Hoy sabemos que no gozaba de la simpatía del profesor Castillo, ni de los líderes de Perú Libre.
Hace unos minutos nos enteramos que su lugar será ocupado por un viejo conocido, cuyas parrandas en el avión presidencial lo lanzó a la fama. Un canciller que con facilidad podría haber sido elegido con Rafael López Aliaga, ¿qué clase de gobierno de izquierda designa a sus verdugos? Uno que entró en pánico a las semanas de gobierno o uno que dejó de serlo (gobierno de izquierda).
Somos conscientes de que Castillo como estadista es un buen sindicalista, su tenor como gobernante es tan precario que no merece mayor comentario. Está probado en los hechos, por lo cual, me reservaré los esfuerzos por demostrarlo. Es un castillo quebradizo, de arena, con cimientos mojados por la marea.
Frente a este horizonte sombrío estamos diversas fuerzas de izquierda que nos une el antifujjimorismo, que creímos que era posible una coalición de izquierda para gobernar pese a las advertencias. Reservas de las que quizá fui de los primeros en evidenciar. La gran mayoría se encontraba obnubilada por la conquista del poder.
Poder formal, poder estatal, que depende innegablemente del poder económico, que ha iniciado una cruel campaña de desestabilización, cabe mencionar, que esto era previsible. Sorprende que no tuvieran un plan para afrontar el contragolpe. Otra característica de su gobierno: la improvisación.
Con pocas o nulas herramientas, con una izquierda que mira con recelo, con un pueblo que comienza a hartarse de esperar, difícilmente podrá salir airoso. Castillo es consciente de que se le acaba el tiempo y comienza a lanzar propuestas, una más complicada que otras de realizar, todas involucran gasto pero no ingresos.
Todo proyecto transformador tiene una visión de país de por lo menos, 20 años. Sostener durante el tiempo un proyecto es la principal tarea, yo creo que según lo que se ha podido observar, a fin de año tendremos una nueva crisis entre el Ejecutivo y Legislativo, justificado por el paupérrimo manejo del Estado.
Hace algunos meses dije que un mal gobierno de la izquierda significaba 30 años de Fujimorismo, me reafirmo en ello. Si los presagios, siempre pesimistas, se cumplen para el infortunio de las mayorías, tendremos una oposición fortalecida para organizar un golpe de estado.
Los ronderos que durmieron en la calle esperando la victoria de Castillo no estarán. Ni con financiamiento tendrá la misma acogida que tuvo cuando lleno la esperanza de un pueblo azotado por la pandemia. Indignado por la mercantilización de la salud y la educación.
Es un castillo quebradizo, de arena, con cimientos mojados por la marea, donde Vladimir Cerrón es el único lumbreras, cuyo liderazgo puede acabarse en los pasillos del Poder Judicial. Este quizá, es la última esperanza de un gobierno de cambio que despliegue de forma eficiente sus recursos en la construcción de un proyecto mayor.