/SOÑAR POR LOS OÍDOS (ENSAYO) – Juan Carlos Romero Diaz

SOÑAR POR LOS OÍDOS (ENSAYO) – Juan Carlos Romero Diaz

Juan Carlos Romero Diaz
University of Guyana, Georgetown – GUYANA

Resumen: Este ensayo refl exiona sobre la promoción del amor por la lectura en las escuelas preuniversitarias cubanas (grados 10, 11 y 12). Se propone una estrategia basada en la lectura de cuentos en el aula. Estas historias deben estar relacionadas con los intereses de los estudiantes de ese grupo etario.

Abstract: This essay refl ects the promoting of the love of reading in Cuban pre-university schools (grades 10, 11 and 12). It is proposed a strategy based on reading stories in the classroom. These stories should be related to the interests of students of that age rage.

INTRODUCCIÓN
Cuando puse mis pies en un aula para enseñar Literatura por primera vez en el año 2005, me aplastó el peso de una pregunta ancestral: ¿por qué algunos estudiantes (en número mayor del que deseáramos) rechazan tan abiertamente la lectura? Mi espíritu trasgresor me llevó a experimentar en aquellos dos grupos de jóvenes que tenía a mi cargo tanto como lo permitía la rigidez de los programas de estudio.

Tras varios intentos infructuosos de lograr que mis chicos se enamoraran de la lectura, recordé mis años más inocentes y evoqué con placer dos momentos: cuando mi padre me leía todo tipo de libros y cuando me escurría entre sus tesoros de papel para sustraerle títulos muy poco apropiados para mis voraces cinco años, como “¿Piensas ya en el amor?”1 o el “Anti-Dühring”2. No me parecía que fuera a resolver gran cosa al leerles a mis muchachos, pero acudiendo a la sabiduría popular, tan rica en contradictorios adagios, pensé que “el peor intento es el que jamás se hace”.

El primer obstáculo fue determinar qué tipo de lecturas podía llevarles al aula. Probé con un cuento sobre el amor entre adolescentes (estaba seguro de que ese tema les interesaría, pero hasta ahí llegaba mi certeza en los temas a escoger). Más tarde les narré “El corazón acusador”, de Edgar Alan Poe, otro día les leí “El cuentero”, de Onelio Jorge Cardoso…

Mi lógica clamaba que aquel era un método reproductivo y la pasividad de mis estudiantes durante la lectura podía acarrear efectos adversos. Pero los resultados eran palpables: hasta los más rebeldes se deleitaron escuchando “El caballo de coral”, de Onelio Jorge Cardoso (por supuesto, ya tenían el antecedente de “El Cuentero”, leído, dramatizado y discutido hasta sus más personales implicaciones).

No queda más que llevar al papel, de forma ordenada, aunque no exhaustiva (por motivos de espacio), mis consideraciones sobre esta experiencia como vía para sembrar desde el aula el amor por la letra impresa. De ello tratará este ensayo, donde también comentaré los antecedentes y resultados de esta aventura.

DESARROLLO
Uno de los propósitos esenciales del profesor de Español-Literatura3 es lograr que sus estudiantes se afi – cionen a la lectura: la llave que nos abre la puerta de la fantasía, que nos transporta a otros mundos, que nos convierte en mejores seres humanos. “Si estamos de acuerdo con que la lectura es una de las principales vías de acceso a la cultura, urge que se intensifi que el trabajo dirigido a formar un hombre lector” (Arias, 2008, p. 5).

Resulta difícil cambiar los hábitos de un alumno de preuniversitario, pues a estas edades (15-18 años) casi se ha completado la madurez de varias formaciones psicológicas de la personalidad. Sin embargo, los profesores de este nivel no deben olvidar que los jóvenes actúan de acuerdo a sus convicciones. Por ello, los docentes que ganen la batalla a favor de la lectura, habrán transitado la mitad del camino hacia su formación como hombres nuevos.

Son varias las causas que inciden en la apatía de algunos alumnos de preuniversitario por la lectura. Habría que hurgar en la formación recibida en niveles precedentes. Desde los primeros grados debemos evitar por todos los medios que nuestros estudiantes consideren la lectura como “una obligación desagradable de la que se libran con alivio al terminar la escuela” (Herrera, 2011, p. 8). Si en el preuniversitario no se ha logrado enamorar a los alumnos de los libros, los profesores deben utilizar todos los medios a su alcance para lograr ese fi n, pues muy pronto estos muchachos serán bachilleres y la escuela habrá perdido la valiosa oportunidad de ejercer una adecuada orientación lectora.

Los maestros deben aprovechar la amplia variedad de textos de calidad al alcance de los estudiantes. Para esta experiencia se pueden utilizar recortes de periódicos, letras de canciones, pequeñas obras dramáticas, poemas, así como cuentos y novelas cortas. Una tarea pendiente en nuestras escuelas es la confección de un completo archivo de escritos con estas características, rigurosamente seleccionados.

Entre los profesores debería retomarse la olvidada costumbre de leer en voz alta a los alumnos. Esta clase de lectura, emotiva, dramatizada y a la vez sencilla, que realiza el profesor de Español-Literatura ante sus jóvenes oyentes, impresiona y contagia. “Urge poner en práctica un proceso de enseñanza- aprendizaje en el que nuestros estudiantes aprendan a ‘embarrarse’ la boca, las manos, la inteligencia y el corazón, con las palabras. Necesitamos contagiar la pasión por las palabras para que ella nos lleve a la pasión por la lectura y por los libros” (Montaño, 2012, p. 280).

Es necesario volver a la lectura en voz alta, porque la comprensión de un texto comienza por la audición del sonido de las palabras, de donde casi siempre extraemos toda su carga semántica. Esa lectura en voz alta, bien modulada y expresiva, ya es en sí misma un buen comienzo para continuar el camino paulatino hacia la lectura individual y silenciosa.

Después de presentar un texto, tal vez por un excesivo celo pedagógico, el profesor necesita aplicar una lista casi ilimitada de actividades. “Nos consume una fi ebre y un síndrome evaluativos, cuantifi cadores de la comprensión lectora y poco, muy poco, practicamos la lectura literaria como lectura-regalo que simplemente nos mueva a la compasión en el pecho y a la risa en los labios o a las lágrimas en los ojos” (Montaño, 2012, p. 282- 283).

Tras la lectura en voz alta de un cuento, podríamos esperar el placer ante la historia escuchada, sin más explicaciones. En nuestros manuales a veces se propone tal cantidad de ejercicios para comprender un texto, que su exhaustiva realización desanima al profesor y hace que el sufrido alumno aborrezca el texto leído. Por tanto, estas actividades destruyen exactamente lo que se pretendía conseguir: provocar el goce de leer.

El trabajo de los alumnos en la clase de Literatura a veces se reduce a una búsqueda desaforada de temas, argumentos, estructuras, sistemas de personajes, recursos expresivos del lenguaje literario, etc. Sin desconocer la importancia de la comprensión como uno de los tres componentes funcionales de la clase comunicativa de lengua, en ocasiones se abusa del estudio de los elementos de contenido y forma como un fi n en sí mismo. Nunca se debe olvidar que el único objetivo de las actividades de comprensión es ayudar a que el alumno entienda y pueda disfrutar mejor la obra estudiada.

Teniendo en cuenta el grupo de alumnos y las especifi cidades de cada texto leído, el profesor fl exible, imaginativo y trasgresor, a veces puede contentarse con la simple lectura, aunque siempre deberá aclarar dudas léxicas y explicar las referencias culturales. Entonces, enamorado de lo que escucha, es muy probable que los adolescentes o jóvenes quieran volver a sentir el placer que sintieron cuando escuchaban a su profesor, y entonces el amor por la lectura lo habrá cautivado para siempre.

Selección de cuentos para leer en
las clases de preuniversitario
El profesor cubano Ramón Luis Herrera Rojas, ofrece un interesante listado de libros infantiles y juveniles que se encuentran en las bibliotecas cubanas. El inventario reúne textos recomendadas por grupos de edades, según el criterio del autor (Herrera, 2011, pp. 39-59). Pero, se apunta más arriba, está pendiente la elaboración de un catálogo con cuentos para ser leídos en clase y que provoquen en los estudiantes el gusto por la lectura.

Siempre será preferible realizar una selección basada en los volúmenes a nuestro alcance. Sin embargo, y aquí estaría uno de los mayores méritos del investigador que asuma esta tarea, urge escudriñar más allá de la biblioteca escolar, aprovechando las infinitas posibilidades que nos brinda Internet. Para los maestros que no puedan acceder a este recurso, prepararíamos un folleto con los cuentos escogidos.

Lo que debe importar al profesor es que los cuentos seleccionados para su disfrute en el aula sean relatos interesantes que amplíen la competencia lingüística de los estudiantes, eduquen su gusto estético y desarrollen su personalidad. El logro de estos objetivos no es una tarea fácil, aunque a la larga resulta muy fecunda, pues preparará a los alumnos para lecturas más extensas y complejas. El verdadero lector solo se forja a lo largo de años de práctica.

Escogemos el trabajo con cuentos cortos porque pueden leerse en pocos minutos. Hoy se escriben cuentos que condensan la historia en menos de una. Los estudiosos consideran a estos relatos como un subgénero del cuento sin llegar a un consenso generalizado para su denominación, aunque en Cuba suele llamárseles simplemente ‘minicuentos’. Los textos con estas características siempre han existido, pero es indudable la actualidad del subgénero, muy explorado en la literatura española. Por su brevedad, acierto formal, ingenio, humor y un fi nal sorpresivo, la lectura en clase de estos relatos puede ser una actividad muy apropiada y sugerente.

Solo con el ánimo de orientar, se recomienda el trabajo con sugerentes minicuentos como “La autoridad” y “Nochebuena”, de Eduardo Galeano, o “Génesis”, de Marco Denevi. Estos textos pueden leerse en menos de cinco minutos, pero su análisis puede provocar debates que se extienden a más de un turno de clase; incluso, podrían organizarse talleres literarios con los alumnos más interesados. Dichas actividades son pasos hacia una efectiva promoción de lectura en la escuela.

Si quieren trabajar relatos de mayor extensión, hay títulos tan numerosos y variados que se impone una selección, modifi cada y enriquecida continuamente, que tenga en cuenta las necesidades, preparación, cultura y nivel de los alumnos. Aquí propondríamos relatos, como “El pozo y el péndulo”, “El gato negro” y “El retrato oval”, de Edgar Alan Poe; “La tristeza” y “Vanka”, de Antón Chejov; “A la deriva”, de Horacio Quiroga; “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar; “Cleopatra”, de Mario Benedetti o “La siesta del martes”, de Gabriel García Márquez. Existen otras magnífi cas obras en prosa de menos de cuatro hojas que pudieran engrosar esta pequeña lista.

El trabajo con estos textos de mayor extensión, al igual que los minicuentos, debe servir, además del aprendizaje lingüístico, para poner a los alumnos escalonadamente en contacto con una literatura viva que les introduzca en el placer y emoción de la lectura.

CONCLUSIONES
Las sugerencias ofrecidas en este ensayo constituyen algunas de las tantas experiencias para las que se presta el salón de clases. Estas cuatro paredes son un sitio mágico donde se encuentran veinte o treinta pares de ojos y oídos ansiosos por comprender el mundo que les rodea. Mi escasa experiencia en el aula me ha enseñado que no hay estudiantes malos; sino profesores que no aman su profesión y, por ende, transmiten a sus alumnos la frustración de estar obligados a hacer lo que no desean.

No propongo soluciones defi nitivas. Aunque esta lo fuera, no sería más que letra muerta dentro de algunos años, porque tenemos que cambiar con el mundo y este, de tecnologías tan novedosas, avanza a un ritmo increíble. Por eso, es hora de que utilicemos nuestra maestría pedagógica para lograr que nuestros alumnos exploten de manera benefi ciosa cuanto aparato moderno cae en sus manos.

También aconsejo que no trate de transmitir el amor por la lectura quien no lo sienta. Hay verbos que no admiten imperativo y leer es uno de ellos. Si nos ven gritar, nuestros alumnos gritarán; pero si nos ven leer, leerán. Sirva este ensayo de agradecimiento a los maestros que se esfuerzan cada día por regalar al mundo buenos lectores, personas que digan lo que sientan, y lo digan bien.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Arias Leyva, G. (2008). Español 8. Hablemos sobre
promoción y animación a la lectura. Editorial Pueblo y Educación.
2. Herrera Rojas, R. L. (2011). Magia de la letra viva. Formar
lectores en la escuela. Editorial Pueblo y Educación.
3. Montaño Calcines, J. R. (2012). Claves para rescatar el
placer por la lectura y la literatura en la escuela. En Rodríguez
Pérez, L. (compilación), Leer en el siglo XXI. (pp. 278-285).
Editorial Gente Nueva.

  1. Libro sobre educación sexual muy conocido en Cuba, escrito por el autor alemán Heinrich Brückner y publicado en 1982 por la editorial Gente nueva.
  2. Mayor contribución del fi lósofo alemán Federico de Engels al desarrollo de la teoría marxista. El libro fue editado por primera vez en Alemania en 1878.
  3. Asignatura que se imparte en Cuba desde los grados 9 hasta 12 donde se enseñan los contenidos lingüísticos y literarios que contempla el plan de estudios de la enseñanza general para esos