Prof. Enrique Javier Díez Gutiérrez
University of León – SPAIN
La Organización de Naciones Unidas (ONU) está secuestrada. La paz del mundo y la dignidad humana son rehenes en Nueva York. Actualmente la ONU se ha convertido en un instrumento de dominación de Estados Unidos. Por eso hay que rescatar esta organización internacional de su secuestro.
La ONU puede considerarse el primer intento de crear un sistema de seguridad colectiva y de gobernanza global. La ONU representa el sueño histórico de crear un sistema internacional que coloque al interés colectivo y el bien común en el centro, por encima de los intereses nacionales y de las agendas de poder económico, y que deseche el recurso a la guerra como instrumento de las relaciones internacionales.
La ONU, que reemplazó a la Sociedad de Naciones, fue fundada por 51 países el 24 de octubre de 1945 en San Francisco, California. Supuestamente, nació para facilitar la cooperación en asuntos del Derecho internacional, la paz y la seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos. Hoy la Organización está conformada por 195 países y sigue prácticamente con la misma estructura y el mismo antidemocrático funcionamiento.
La ONU responde a una arquitectura institucional anacrónica que refleja el orden internacional surgido hace 75 años; los intereses nacionales siguen jugando un papel preponderante en los procesos de toma de decisiones importantes; no ha podido evitar que crezcan las desigualdades entre los Estados y dentro de los mismos, a pesar del crecimiento económico; carece de mecanismos coercitivos que permitan traducir sus resoluciones en acciones y sus recomendaciones en medidas; y el Consejo de Seguridad no ha evolucionado prácticamente nada, con la pérdida de credibilidad que esto supone.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) realmente está secuestrada. La paz del mundo y la dignidad humana son rehenes en Nueva York. Actualmente la ONU se ha convertido en un instrumento de dominación de Estados Unidos. Por eso hay que rescatar esta organización internacional de su secuestro.
Estados Unidos ha convertido a las Naciones Unidas en su coto privado, en un instrumento al servicio de sus multinacionales y sus grupos de poder y ha pervertido los ideales plasmados en la carta constitutiva: su mandato de preservar la paz y seguridad a través de la promoción del desarrollo y los derechos humanos.
El hecho de que la sede de la Organización esté ubicada en Nueva York ha supuesto que Estados Unidos esté ingresando miles de millones de dólares de los gastos que se ven obligados a realizar la Secretaría de la ONU y el conjunto de sus agencias y organismos, así como el de los diplomáticos de todo el mundo.
Estados Unidos, además, cuenta con el privilegio de ser el único país para el que se estableció un límite máximo a la cuota que debe pagar al presupuesto de la Organización. Por si esto fuera poco, el gobierno imperialista incurrió en una prolongada mora en el pago de su reducido aporte financiero. Lejos de perder sus derechos en el seno de la Organización por este impago, que es lo que demanda la Carta de San Francisco en estos casos, la ONU negoció con su mayor deudor: Estados Unidos pagó una parte de lo que debía, y la ONU rebajó el importe de su ya reducida cuota, comprometiéndose además a realizar cambios en su gestión administrativa que favorezcan, más todavía, al chantajista gobierno norteamericano.
Por eso no es de extrañar que desde este espacio se hayan decidido o permitido intervenciones militares, que han sumergido a países y regiones del mundo a largos periodos de guerra y desestabilización. La última barbarie, el genocidio en Gaza culmen del apartheid sionista sobre el pueblo palestino durante los últimos 75 años. Pero Estados Unidos es uno de los cinco países del Consejo de Seguridad que tiene el antidemocrático derecho a veto, y, obviamente, nunca va a permitir que su protegido aliado (Israel) reciba castigo alguno, a pesar de que la Corte Penal Internacional de Justicia (CIJ) le condene por genocidio.
Como respuesta a esta condena por crímenes contra la humanidad, el imperio estadounidense, pretende desviar la atención de este nuevo Holocausto palestino, suspendiendo la financiación a la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA), alegando que es cierto lo que asegura el régimen sionista de Israel: que miembros de este organismo son “terroristas”1. Y lo más grave, esta mentira repetida en todos sus medios de comunicación y amplificada por los medios a su servicio de los países occidentales, ha hecho que otros nueve países, satélites de los intereses coloniales de USA, suspendan también su financiación a la UNRWA.
Esta es la única organización que ayuda a la población palestina ante la barbarie sionista que ha asesinado ya a más de 26.000 palestinos y palestinas, desde niños y niñas hasta ancianos y ancianas, médicos, profesorado, etc., y que está torturando al resto de la población de forma sistemática mediante desplazamientos, secuestros, violaciones e incluso mediante el asedio por hambre y sed, al dejarles sin alimentos y agua.
Por todo ello y por la larga historia de inacción y de servidumbre a los intereses de Estados Unidos, no son pocos los países que han pedido repetidas veces cambios profundos en Naciones Unidas y sacar su sede del secuestro imperial en Estados Unidos, para que ésta sea realmente una organización que, en verdad, represente por igual a todos los países miembros. Pero las voces críticas siempre son acalladas o desoídas; basta un solo voto en contra, de los que tienen derecho a veto, para que cualquier intento de reforma sea humillantemente anulado.
No es aceptable que la tiranía con la que se desenvuelve la ONU condicione la vida de la inmensa mayoría de población mundial. Es totalmente inadmisible que cinco países -entre ellos Estados Unidos, que es quien más utiliza la fascista herramienta de recurrir al veto- puedan ningunear las decisiones tomadas por los otros 190 países.
Por eso pedimos y exigimos, como primer e imprescindible paso, el traslado de la ONU fuera de las fronteras de Estados Unidos, para rescatarla de su secuestro y embargo por el poder imperial estadounidense. Mientras la ONU no salga de este secuestro geopolítico y no sea radicalmente transformada para construir una Organización en la que todos los países tengan voz y voto, y las resoluciones adoptadas no puedan ser vetadas por los poderosos, no podrá considerarse que la ONU está cumpliendo su carta fundacional y sirviendo a los objetivos para los que se creó.
1 El 4 de enero, Noga Arbell, pidió la destrucción de Unrwa durante un debate en el parlamento israelí: „Será imposible ganar la guerra si no destruimos la Unrwa, y esta destrucción debe comenzar de inmediato“.
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Universidad de León (España) y autor de Pedagogía del Decrecimiento (2024, Ed. Octaedro); Memoria Histórica Democrática de las Mujeres (2023, Ed. Plaza y Valdés), “Pedagogía Antifascista” (2022, Ed. Octaedro) y La Historia Silenciada
(2022, Ed. Plaza y Valdés).
* Este artículo se publica simultáneamente en PoliTeknik International y PoliTeknik Español.