/Conflictos por la tierra y los mercados financieros – el ejemplo de Honduras* – Daniel Stosiek

Conflictos por la tierra y los mercados financieros – el ejemplo de Honduras* – Daniel Stosiek

Daniel Stosiek – Alemania

En Honduras, los confl ictos por la tierra y los recursos naturales han aumentado, especialmente desde el golpe de Estado de 2009. Desde entonces, los gobiernos vigentes han permitido que empresas nacionales e internacionales que se presentan como ecológicamente sostenibles exploten cada vez más la naturaleza. Esto incluye proyectos como las plantas de energía hidroeléctrica, plantas de energía solar, monocultivos, minería, turismo. Aunque esto puede sonar bien para los oídos europeos, tales proyectos a menudo destruyen la calidad del agua de los ríos donde mueren los peces, la tierra ya seca se seca aún más después de cortar los árboles para construir placas solares, y se pierde la biodiversidad. No se consulta a los habitantes de las comunidades indígenas y campesinas, cuyos medios de vida desaparecen a causa de esas prácticas, y que muchas veces están amenazados por la policía y criminalizados por el sistema judicial. Durante los años anteriores, muchos defensores de los derechos humanos, la naturaleza y los bienes comunes han sido víctimas de asesinatos.

Mi intención es contribuir para explicar estos casos de manera causal en el marco de contextos más amplios. Para ello, abordaré primero la relación entre un colonialismo desplazado en el Sur y el (neo)liberalismo en el Norte y luego „el trabajo de la naturaleza“ como fuente sustancial de plusvalor.

El colonialismo exportado (al Sur) y el neoliberalismo (desde el Norte)
Junto con el comienzo de la colonización de grandes partes del planeta hace más de 500 años, se inició una relación colonial mundial, se inventó la raza dentro de un régimen global de trabajo como nos dice Aníbal Quijano1, y dentro del mismo contexto de producción se impuso la noción de una separación total y dicotómica entre los diferentes géneros de los seres humanos, como entre los hombres y las mujeres – como algunas autores señalan sobre la „colonialidad del género“- 2, como entre los seres humanos y la naturaleza3.

Después del fi n de las colonias, a pesar del comienzo de la independencia política en los siglos XIX y XX, se mantiene la relación colonial interiorizada en las sociedades y en el contexto entre los seres humanos y la naturaleza en el Sur global. Hasta ahora, la explotación de la naturaleza y la exclusión de las personas han aumentado; Europa se ha benefi ciado de estos procesos desde la segunda mitad del siglo XIX con el liberalismo económico de Inglaterra cuando se convirtió en la potencia dominante en América Latina4, y desde el siglo XX el Norte global con el liderazgo de los Estados Unidos se está benefi ciando de ello. Este desarollo se agrava con el actual neoliberalismo que, viniendo del Norte global, colabora con la corrupción en los países del Sur global. La política del Norte, especialmente de los EE.UU., se asegura de que las sociedades del Sur no se vuelvan verdaderamente independientes, y mucho menos socialistas. Además, el neoliberalismo está desplazando cada vez más la relación social colonial del mundo al ámbito de una relación de cosas. Detrás de la relación de bienes, servicios y dinero se hace invisible que sigue siendo una relación social (y luego política), pero una relación de explotación y exclusión de personas y una relación de opresión entre los seres humanos y la naturaleza, siendo – así se puede aprender de los pueblos indígenas – también una relación social. Y el acto de formar relaciones ya es político.5

La fi nanciarización de la naturaleza, el capital natural y el „green grabbing” (apropriación verde)
Una nueva ola de explotación del trabajo de la naturaleza no coincide simplemente de manera casual con la explosión de los mercados fi nancieros, sino que -supongoes una importante base material, tal vez la más importante, de su generación de valor, de su plusvalor. Usando el lema de una „Economía Verde“ se supone que también debe pagar por los servicios de la naturaleza6. Pero en la base de esta idea existe un grave error de concepto, supongo: no paga realmente por el trabajo de la naturaleza, sino que paga -como máximo- por su fuerza de trabajo (=el potencial para ser capaz de prestar servicios), que se trata como una mercancía. La diferencia entre el valor de la mercancía „fuerza de trabajo de la naturaleza“ (lo que el capitalista o el Estado gasta para restablecer su potencial) y el valor del trabajo vivo que realiza es el plusvalía, en relación con el trabajo de la naturaleza. Las personas excluidas por estos procesos se convierten en trabajadores mal pagados o „superfl uos“ (porque cada vez se necesitan menos personas para dejar que la naturaleza trabaje).

Un ejemplo es el comercio de créditos de emisión. Una fábrica que mantiene sus emisiones de dióxido de carbono por debajo de un límite máximo estatal puede vender la cantidad de la diferencia como un crédito de emisión, es decir, tiene derecho a contaminar el medio ambiente en una cantidad defi nida7. O, un país o empresa invierte en medidas para reducir las emisiones y recibe créditos de emisión (offsets), es decir, el derecho a emitir una cierta cantidad de dióxido de carbono o metano.“REDD+“8 son créditos de emisión como recompensa cuando un estado o una empresa que posee un bosque previene o reduce la deforestación. Hay más créditos (offsets) de biodiversidad para los bosques, ríos, plantas y animales, así como cálculos del capital de la naturaleza, que se supone que sirven a la diversidad ecológica9. Por ejemplo, una empresa que explota una zona de la naturaleza compra un crédito de compensación con el que en otro lugar construye un pedazo de naturaleza, como un bosque. En Brasil (estado de 2015)10, los destructores de bosques podrían comprar certifi cados para la restauración de los bosques en la „Bolsa Verde de Río de Janeiro“. Se supone que las compensaciones (offsets) de la biodiversidad son una forma de „Payments for Ecosystem Services” ‚Pagos por los Servicios de los Ecosistemas“ 11 Pero como he argumentado, creo que esta noción es errónea. Con el lema de „legislación para la protección de la naturaleza“12, los Estados vinculan la explotación del trabajo de la naturaleza – real o fi cticia – a la recuperación proporcional de la fuerza de trabajo de la naturaleza (sin mencionar el Brasil actual donde esto ni siquiera se hace). Los offsets no son otra cosa. Son pagos por la „restauración“ de la fuerza de trabajo de la naturaleza.

Tener tal offset significa ser un propietario privado de una cierta cantidad de la fuerza de trabajo de la naturaleza. La diferencia entre su valor y el valor del producto del trabajo entonces realmente prestado por la naturaleza (como los servicios del ecosistema, los productos de las centrales eléctricas, los proyectos de turismo, la extracción de recursos naturales…) es el plusvalía (esto no contradice la ley de conservación de la energía, porque por un lado cada vez llega nueva energía solar, y por otro lado, se destruye la naturaleza sin cambio). La fi nanciarización de la naturaleza a través de la llamada apropiación verde está entrelazada con la explotación del trabajo de los seres humanos. El capital comprometido total (empleado) es la disposición de la fuerza de trabajo de la naturaleza y de las personas, y la plusvalía total resulta de la diferencia entre los ingresos laborales de los dos menos los gastos de las dos entidades de la fuerza de trabajo. Si este vínculo causal es correcto, se deduce que la explotación de la mano de obra de la naturaleza aumentó enormemente en las condiciones de su subsunción formal y real bajo el capital13, y desempeña un papel muy importante en la explosión de los mercados fi nancieros.

De acuerdo con este contexto, lo que está sucediendo en Honduras es paradigmático para la relación colonial mundial como continúa hasta ahora. Una alternativa real sería una política del amor al ser humano14 y a la naturaleza (como se aprende con los pueblos indígenas), que en el sentido de una economía de reciprocidad o complementariedad no paga la fuerza de trabajo de la naturaleza y de las personas, pero les da todo lo que necesiten para vivir bien.

* Publicado por primera vez en la 28ª edición de PoliTeknik:http://politeknik.de/p12021/

  1. Aníbal Quijano: Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Recuperado de: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140507042402/eje3-8.pdf
  2. María Lugones: Colonialidad y Género. Hacia un feminismo descolonial, in: Walter Mignolo (et alii. Hrsg.): Género y descolonialidad, Buenos Aires 2014, S. 13-42.
  3. Daniel Stosiek: La exclusión social de la naturaleza, in: Thomas Hoffmann, Wolfgang Jantzen, Ursula Stinkes (Hg.): Empowerment und Exklusion. Empoderamiento y exclusión. Acerca de la crítica a los mecanismos de exclusión societal, Gießen (Psychosozial-Verlag) 2018, S. 199-215.
  4. Gustavo Beyhaut: América del Sur y Centroamérica II, desde la independencia hasta la crísis contemporánea, Frankfurt/Main (Fischer Verlag) 1963.
  5. David Graeber: Deuda. Los primeros 5000 años, New York (Melville House Publishing) 2011. recuperado de: https://libcom.org/fi les/__Debt__The_First_5_000_Years.pdf
  6. Magdalena Heuwieser: Colonialismo verde en Honduras. Land Grabbing en el nombre de la protección de clima y la defensa de los bienes comunes, Wien (Promedia Verlag) 2016, 73.
  7. Ibidem, 77ss.
  8. Ibidem, 83ss.
  9. Ibidem, 85f.
  10. Ibidem, 90.
  11. Ibidem, ebd.
  12. Ibidem, 91.
  13. Seguiendo los conceptos de Marx de manera modifi cada, la subsunción formal somete los resultados del trabajo (del bosque tropical, em la extracción de recursos naturales, de los combustibles fósiles), y la subsunción real somete el proceso total de la vida y el trabajo, como en los monocultivos, en el combustible “verde” y en la explotación intensiva de animales.
  14. José Saramago: O caderno, Lissabon (Editorial Caminho) 2009.