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¿CAMBIAR LA SEDE DE LA ONU? – Prof. Dr. Xavier Diez

Prof. Dr. Xavier Diez
USTEC·STEs (IAC) Unió Sindical dels Treballadors d’Ensenyament de Catalunya

El sistema de Naciones Unidas surge al final de la Segunda Guerra Mun­dial como un intento de prevenir los conflictos que llevaron al mundo de la primera mitad del siglo XX a la catástrofe. El mundo de 1945, con su promesa de paz, pero también con las amenazas que suponía guerra fría que dividiría el mundo en dos modelos políticos antagónicos, parecía abrir un mundo próspero y basado en la coexistencia pacífica. Y las Naciones Unidas parecían ser un espacio de encuentro desde el cual gestionar los diversos conflictos y guerras que se fueron sucediendo a lo largo de las dé­cadas posteriores.

Precisamente, la mayoría de las gue­rras y conflictos tenían que ver, ma­yoritariamente, con los procesos de descolonización. Y, de hecho, las Na­ciones Unidas crecieros y se hicieron plurales a medida que sus asientos fueron ocupados por nuevos estados que habían pasado por un oscuro pe­ríodo de dependencia colonial. Y los episodios tensos de la guerra fría, a menudo tenían más que ver con lu­chas de emancipación colonial en la que diversas facciones trataban de apoyarse en superpotencias (Estados Unidos y la Unión Soviética) aparen­tando ser comunistas o capitalistas.

La trayectoria de Naciones Unidas, especialmente hacia las últimas dé­cadas del siglo pasado, dejaron en evidencia que el enfrentamiento ideo­lógico entre el mundo capitalista y el comunista era más teatral que real. El movimiento de los No Alineados pu­so de manifiesto que los principales problemas mundiales no tenían tanto que ver con el antagonismo entre este y oeste como en las desigualdades en­tre norte y sur.

La globalización neoliberal, con sus políticas diseñadas desde el en­tramado de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacio­nal) sirvieron más para mantener las mayores desigualdades entre norte y sur que para apoyar el desarrollo eco­nómico armónico entre naciones. De hecho, sus intervenciones acarrearon graves problemas de subdesarrollo social.

Que las Naciones Unidas tuvieran su sede en Nueva York tenía su sentido hace 80 años. Sin embargo, el mundo ha cambiado. Hemos pasado de un mundo bipolar a otro multipolar, en el que naciones emergentes reclaman mayor participación en la gobernanza mundial. Tiene su lógica, pues, que la sede pueda desplazarse a aquellos es­pacios que eran ignorados en 1945, te­niendo en cuenta la asunción global, crecientemente instalada en la rea­lidad, que para conseguir un mundo más equitativo, las instituciones inter­nacionales deben dar ejemplo.

No sería descabellado, incluso, que las Naciones Unidas tuvieran sedes rotatorias, por lo menos en los cinco continentes de una manera acordada, en la que no hubiera tanto una sede centralizada en Estados Unidos con su aparato burocrático, como unos representantes internacionales que tuvieran una imagen más precisa de la pluralidad del mundo y sus cultu­ras, pasando temporadas fuera de occidente.

Sin embargo, más allá de las Nacio­nes Unidas como entidad, básicamen­te diplomática y centrada en temas de seguridad, más relevante parece la necesidad de hacer itinerar a agencias del sistema de naciones unidas, espe­cialmente la UNESCO, la FAO, la OMS. Y, muy especialmente, las organiza­ciones económicas internacionales como la OCDE y sobre todo, las del sistema de Bretton Woods, el BM y el FMI, responsables, en cierta manera, de los problemas globales de desarro­llo y pobreza.

Más que mover un edificio, es nece­sario cambiar ciertas mentalidades.

* Este artículo se publica simultáneamente en
PoliTeknik International y PoliTeknik Español.